Capítulo 3

549 49 5
                                    

- Muy bien clase. Es todo por hoy. - anuncia la profesora con una cálida sonrisa. - Terminen de estirar y pueden irse. Nos vemos el viernes.

- Gracias, hasta el viernes. - saludamos a coro todos los presentes.

Me siento sobre mi colchoneta y empiezo a hacer mis ejercicios de estiramiento, concentrandome en ello y en mantener mi respiración pausada, mientras de fondo de oye la suave melodía acompaña de un sonido de cascada.

Puede que al principio haya maldecido a Pedro por arrastrarme a clases de pilates, pero ahora le agradezco ya que es lo que siempre consigue que desacelere un poco.

Tiendo a ser bastante hiperactivo, que en consecuencia a eso también despistado, impulsivo e inquieto. De todos modos no lo considero como algo malo, sino más bien que a veces necesito un cable a tierra.

Y lo encontré. Cuando dibujo. Al escuchar música jazz. Haciendo pilates. Tomando mi caramel macchiato. Yendo a algún museo. Son esos momentos que hacen (para mi) la vida menos trágica, menos amarga. No es todo tan malo. Se siente bien.

Salgo de mis pensamientos, cuando me percato de que tengo a alguien parado a mi lado. Sonrío al ver que se trata de Riley, mi amigo de pilates.

- ¿Qué dices si vamos por una hamburguesa? - me pregunta con esa cálida sonrisa que tiene siempre en su rostro.

- ¿Y unas cervezas?

- ¿Solo unas?

Lanzo una carcajada. - Buen punto. Me has convencido.

Me paro y enrollo mi colchoneta, para luego ponerle bajo mi brazo. Una vez que me pongo la campera deportiva y cuelgo la mochila al hombro, los dos salimos de allí.

Caminamos hasta la esquina, que es dónde se encuentra la hamburguesería que solemos frecuentar. Usualmente vamos los viernes, cuando salimos de clases, pero nunca le digo que no a una cerveza fría entre semana cuando es verano.

El lugar aún está algo vacío, ya que es temprano, lo que nos da la libertad de elegir a nuestro gusto. Nos sentamos en una mesa de dos, y la mesera no tarda en atendernos.

- ¿Lo de siempre, chicos? - pregunta.

- Si, gracias. - hablamos a dúo.

- No se si es bueno ser tan predecible. - comenta él una vez que quedamos solos.

Río. - ¿Por qué no? A mi me encanta esa pregunta... "¿Lo mismo de siempre?".

- ¿Te sigues pidiendo el caramel macchiato en la cafetería que está al lado de tu trabajo? - pregunta con una sonrisa, pero sabe bien la respuesta.

- Pues claro. - respondo obviando. - El agua de mi organismo ya se debe haber remplazado por un caramel macchiato también.

Ríe, pero se pone serio y me observa en silencio por un momento. Cuando estoy por preguntarle qué le sucede, vuelve a abrir la boca.

- ¿Qué pasa contigo? - pregunta. Lo miro confundido. - Llegaste hecho una furia hoy. Casi que podía ver los truenos detrás de ti cada que dabas un paso con firmeza. Es la primera vez desde que te conozco que te veo de esa forma.

Suspiro. - Lamento que mi mala vibra de hoy haya estropeado la de los demás. - me disculpo. - Intentaré a la próxima calmarme antes de entrar a clases.

- No lo decía por eso. - hace una pausa. - ¿Estás bien? ¿Tienes algún problema?

Su preocupación por mí consigue conmoverme y que me un leve cosquilleo de ternura. Le dedico una sonrisa suave.

Tenía que ser élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora