- ¿Este es tu cerebro operando en su función máxima? - inquiere con ese tono de voz tajante y la expresión firme clavada en mi, sentado con esa postura tan rígida en su silla mientras sostiene mi ipad entre sus manos.
No puedo evitar abrir mis ojos con sorpresa al oírlo decir eso.
Ayer, luego de almorzar con mi hermano, regresé a mi casa y me puse lo que resto del domingo (e incluso siendo ya lunes) para tener los bocetos y presentárselos hoy temprano a la gárgola.
Literalmente dormí solamente dos horas, sin embargo lo hice con una sonrisa en la cara porque estaba orgulloso y conforme con lo que había logrado. Llegué temprano a la oficina con toda la emoción y muy animado.
Duró poco.
- ¿Có... cómo? - pregunto confundido.
Debo haberlo entendido mal, seguro que si. No es posible que haya dicho eso. Jamás, en los años que llevo en este trabajo me habían dicho algo tan contundente con respecto a mi trabajo. Por el contrario, siempre he recibido elogios, en especial por mi facilidad para interpretar lo que quieren los clientes.
- No me gusta. - deja el ipad contra el escritorio. - Hazlo de nuevo.
- Pe... pero... - intento hablar, pero estoy muy pasmado como para conseguir que las palabras salgan enteras, aún más cuando me mira de esa forma tan espeluznante.
Me observa en silencio, expectante, con una ceja arqueada, como aguardando a que diga algo más. Y debo morderme la lengua para no mandarlo al carajo.
- ¿Vas a seguir observándome por mucho más tiempo? - inquiere firme. - Porque necesito continuar trabajando y me interrumpes estando aquí parado tartamudeando. Además, tú también deber continuar con lo tuyo. Todo parece indicar que tienes mucho trabajo por delante si eso es lo mejor que tienes.
Frunzo el ceño. - ¿Y quien diablos dice que es lo mejor que tengo? - hablo molesto.
- Entonces demuéstralo, y no me hagas perder el tiempo con estos dibujos mediocres. - habla con ese semblante inflexivo.
Doy unos pasos al frente y agarro mi ipad. Me doy la media vuelta para salir de su oficina, pero al tomar el picaporte me detengo. Me vuelvo hacia él. Y las palabras tan solo se escapan de mi boca.
- Mi trabajo no es mediocre. - digo, y mi voz suena firme y áspera. - Pero puede que su opinión lo sea. ¿Qué sabe usted sobre dibujo, arte, pasión o inspiración? Cuando es evidente que carece de todo eso, y es tan rígido e insensible a lo que lo rodea. - hago una pausa. - Siendo honesto, me importa muy poco lo que piensa usted de mi trabajo, o la crítica que le hace a mis dibujos. No lo considero parámetro.
Su mirada se endurece aún más. - Pues, ya que estamos siendo honestos y directos, yo también lo seré... Lo único por lo que sigues acá es porque el señor Silva puso una cláusula para que no despida a ninguno de ustedes cuatro. Sino ten por sentado que te habría despedido. - sentencia. - Y puede que no sepa mucho de arte, pero a ti es sencillo descifrarte. Eres plano, vago, sin ambición y te conformas con el primer intento. No eres la gran cosa.
Siento un dolor en pecho, como si se me formara un nudo en el centro. Mis ojos me arden del esfuerzo por intentar reprimir que se pongan llorosos. Tengo que admitir que por más que él no me importa en lo absoluto, oír sus palabras me dolieron y consiguieron afectarme.
Si escucho mi nombre, Atticus Lee, lo primero que se me vendría a la mente para describirme sería dibujante. Eso es lo que soy. Es lo que siempre he sido. Lo unico para lo que me considero bueno o útil. Por lo que venga alguien a criticar la base de mi existencia, siento que me desestabiliza por completo. Como si perdiera mi identidad.
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Tenía que ser él
RomanceAtticus Lee es feliz. Esta en sus 30s. Trabaja de lo que ama, tiene unos compañeros a los que adora, puede costearse todos sus caprichos y las citas no le faltan. Siente que no le falta nada. Pero todo se da vuelta cuando llega un nuevo jefe a la e...