Domingo en la mañana, y yo me encuentro desayunando en mi casa con Rhett. Los rayos del sol iluminan todo el espacio, en el ambiente hay olor a café recién hecho, reina un silencio tranquilo y cómodo.
Y siento que no podría pedir nada más.
Estamos frente a frente sentados en las banqueta del desayunador, comiendo un sándwich que preparé para cada uno. Le saco los bordes al pan, algo que hago desde siempre dado que no me gustan.
- Deja de mirarme como si fuera un fenómeno de circo. - menciono divertido al percibir sus ojos observándome con atención.
- No pienso eso. - habla con su voz suave, rodeando con ambas manos su taza.
- ¿Ah no? ¿Y que piensas?
Hace una pausa. - Que eres asombroso.
Río. - Deja de untarme tanta miel, que vendrán las abejas a hacia mí.
- Ahora no me siento tan solo al saber que también tienes tus manías.
- Por supuesto que las tengo.
- ¿Cómo cual? - pregunta curioso, pero tiene una sonrisa divertida en su rostro.
Meneo la cabeza. - Ya las irás descubriendo con el tiempo. - hago una pausa. - No se si deba decirtelo, pero... la verdad es que puedo llegar a ser bastante caprichoso y berrinchudo. Lo que no está bien visto considerando que tengo 31 años.
- ¿¡Qué!? ¿¡Tú!? ¡Por supuesto que no! - exclama incrédulo.
- Gracias por el buen concepto que tienes de mí, Rhett. Sin embargo es solo la primera capa, que es la que le muestro a todo el mundo.
Alza las cejas con sorpresa. - Oh vaya, ahora si has despertado mi curiosidad. Creí que eras alguien abierto.
- Y lo soy, solo que me guardo algunas cosas para las personas a quienes les tengo más confianza. Que lamentablemente para él, vendría a ser mi hermano. Aunque es culpa suya, que siempre me malcrió dándome todo lo que quería. - quedo callado por un momento, con mi vista baja. - Y ahora.... - trago. - Estas tu...
Aguardo unos segundos y alzo mi mirada para posarla en la suya. Los ojos de Rhett brillan, y la sonrisa dulce no abandona su rostro. Parece complacido.
- Puedes decirle a tu hermano que ya tienes a alguien que lo releve. - dice. - Yo voy a consentirte a partir de ahora.
Se me escapa una risa. - ¿Ah sí? - inquiero sonriente.
- Pues claro. - afirma sin titubear. - Eres mi novio.
- Lo soy. - y siento como mi pecho se infla de orgullo al decirlo.
Ya no soporto más la distancia, y me encamino hacia él. Creí que el pánico se apoderaría de su rostro, y quedaría petrificado, sin embargo se gira en la banqueta, quedando de costado. Me detengo al quedar frente suyo, entre sus piernas. Apoyo mis brazos encima de sus hombros y acaricio el cabello de su nuca. Siento un cosquilleo placentero cuando desliza sus manos por debajo de mi remera y las apoya en mi cintura, me atrae más cerca suyo.
- Me estas tocando... - hablo en un susurro, con mi boca a una escasa distancia de la suya.
- Lo sé... - murmura, y su voz suena ronca. Noto que traga con nerviosismo. - Antes sentía que la piel me quemaba si alguien me tocaba... - sigue despacio. - Ahora siento eso si tú no me tocas. Y... últimamente me muero por... por tocarte yo... más allá de lo que aparento, pienso en eso... todo el tiempo... - sus manos van subiendo muy lentamente por mi torso, lo que me hace contener la respiración. - Y... y me duele no ser capaz de tenerte como me gustaría...
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Tenía que ser él
Любовные романыAtticus Lee es feliz. Esta en sus 30s. Trabaja de lo que ama, tiene unos compañeros a los que adora, puede costearse todos sus caprichos y las citas no le faltan. Siente que no le falta nada. Pero todo se da vuelta cuando llega un nuevo jefe a la e...