Capítulo 38

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Rhett

- No puede seguir con este ritmo de vida, señor Kang. - me reprende con voz firme mi médico. - Necesita dormir y alimentarse bien. Y no está teniendo ninguna de las dos cosas.

- Estuve muchos meses fuera de la ciudad, y el trabajo no desaparece, se acumula. - hablo y mi voz suena agotada, así como siento el cuerpo y la mente.

- Si continúa de ese modo estará mucho más que unos meses ausentes. Ahora le voy a pasar un suero por intravenosa, así que recuéstese un rato y trate de relajarse.

- Gracias doctor.

Hace unos meses que deje atrás Nueva York, y con ella a Atticus. Desde entonces es como si me hubieran arrancado una parte de mí. Creí que con el tiempo me acostumbraría al dolor que me dejó su ausencia, pero con cada día que pasa se hace más difícil.

Es por eso que trato de mantenerme lo más ocupado que pueda, para así evitar pensar en él. Para dejar de pensar en su sonrisa, en el sabor de sus labios, la calidez de su tacto o el brillo de sus ojos al mirarme.

¿A quien quiero engañar? Nunca estaré demasiado ocupado como para no extrañarlo.

- Creí que estos meses que no estuviste en Corea te habían servido para tener una especie de vacaciones, pero volviste más estresado de lo que te fuiste. - menciona Seo-ha una vez que quedamos solos en la habitación.

Suspiro. - ¿Vacaciones? ¿Qué acaso no conoces a mi padre? Ninguna distancia le va a impedir hacerme sentir su pie encima de mí.

Me observa pensativo un momento. - ¿Qué sucedió realmente en Nueva York? Volviste diferente.

- Cruce la línea que había trazado y perdí el control. Las cosas se me fueron de las manos. Y ahora no hay forma de que vuelvan a ser como eran antes de irme. 

- No puedes controlarlo todo. - dice apenado.

- Mi padre no piensa igual. - digo sentandome. Comienzo a abotonarme la camisa y me paso la corbata por el cuello para volver a anudarla. Seo-ha se acerca y me aparta las manos para ahora empezar él a acomodarla.

- No entiendo porque sigues haciendo esto. - murmura.

- ¿Y qué otra cosa podría hacer? - inquiero con una sonrisa triste.

- Vivir. - responde tajante. - Es tú vida y te pertenece, no a tus padres. 

Él lo dice y suena como algo tan sencillo de hacer, y se que lo es, pero para mi no. Porque la verdad es que soy un cobarde. He vivido toda mi vida con miedo. Es estar frente a mi padre y sentirme de nuevo como un niño de 5 años, a quien esa presencia intimidante lo sigue paralizando por completo. Mis pesadillas nunca fueron sobre monstruos o fantasmas, sino sobre ese hombre quien vivía bajo el mismo techo que yo. 

- Gracias. - le agradezco cuando termina de anudarme la corbata. Hago ademán de pararme, pero vuelve a sentarme apoyando su mano suavemente en mi hombro.

- ¿Qué no oíste lo que dijo el doctor? Descansa un poco. - me regaña.

- Va a ser peor si no tengo todo listo para la reunión de hoy.

- Asi como tu le salvaste la vida a mi hija, déjame ayudarte a ti. Haría lo que sea para devolverte todo lo que has hecho por mí. 

- Yo no le salvé la vida a Minji, fuiste tu que lo diste todo para que se cure. - digo. - Seo-ha, no me debes nada. Ya demasiado lo que tú también has hecho por mi estos años, me has cuidado como nadie. Y... y te has quedado. No soy idiota, sé que eres mucho más capaz que para ser solo mi asistente.

Tenía que ser élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora