Capítulo 21

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Desde que me desperté en la mañana que estoy acostado en la cama mirando el techo, y con mi mente abarrotada de pensamientos.

No puedo dejar de pensar en anoche.

Como soy bien descarado y la timidez no esta dentro de mis atributos, y a esta altura Rhett ya se rindió ante mí, me autoinvité a mirar una de las películas que le recomendé...

- Hagamos unas palomitas. - le dije.

Él hizo una mueca. - No tengo para hacer.

Resople. - ¿Como rayos miras películas sin comer palomitas?

- Soy más del café y los chocolates.

- Uh, no suena mal. ¿Tienes chocolate?

- Eh... no.

- Carajo, Rhett.

- Lenguaje. - me regaño.

- Tienes alma de un señor de 60 años. - mencione divertido, riendo. - Bueno, vamos a comprar.

Me encaminé hacia la puerta, con él detrás mío. Al salir del departamento noto que en su mano lleva el paraguas que le regalé.

- ¿Y eso? - pregunté extrañado.

- Por si nos agarra la lluvia. - respondió. - Esta pronosticado para esta noche.

- ¡Oh, mejor! - exclamé animado.

Y como bien dijo, apenas hicimos unas cuadras y empezó a llover con fuerza, pero aun así eso no impidió que continuáramos con nuestra búsqueda de algo dulce para comer. Rhett abrió el paraguas y caminamos bajo este, uno al lado del otro, rozandonos.

Ya teníamos para hacer las palomitas y unos chocolates, cuando regresábamos a su departamento. Yo, para variar, hablaba mientras él me escuchaba con atención. Hasta que en un momento se frenó en seco, a lo que yo también me detuve.

- ¿Qué? - pregunte con preocupación.

- ¿No lo oyes?

- ¿El que? - hablé confundido.

Me extendió el paraguas y lo agarré, y él se adentro en el callejón donde nos detuvimos.

- ¡Rhett! - lo llame alarmado.

Aun así no tardé en seguirlo. Al ser a unos pocos metros, las luces de las calle reflejaban permitiendo distinguirlo. Se encontraba en cuclillas, observando algo que tenia en frente. Cuando quedé a su lado, me percaté de que se trataba de unos cinco gatitos bebes.

- Están solos. - comenté.

- Seguro su madre fue a buscar alimento. - mencionó.

- Deberíamos llevarlos a un lugar seco. - sugerí.

- No podemos tocarlos. - dijo. - Podríamos impregnarles de nuestro olor haciendo que la madre no los reconozca como suyas y que las acabe dejando. - observa a su alrededor. - No hay nada para hacerles un resguardo. - agrega con decepción.

Rhett tenía su mirada en los gatos. Yo... yo la tenía en él.

Dentro de mi pecho sentía una cálido y agradable sentimiento que no había experimentado antes.

- Tengo una idea... - dije, y apoyé el paraguas en el piso, junto a los gatitos, de forma que les quedó una especie de techo.

Rhett se incorporó y luego de observarlos por unos segundos más, volvió su mirada a mí. Quedamos mirándonos en silencio, bajo la lluvia. Aun en la penumbra podía vislumbrar el dulce brillo en sus ojos.

Tenía que ser élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora