Desde que me desperté en la mañana que estoy acostado en la cama mirando el techo, y con mi mente abarrotada de pensamientos.
No puedo dejar de pensar en anoche.
Como soy bien descarado y la timidez no esta dentro de mis atributos, y a esta altura Rhett ya se rindió ante mí, me autoinvité a mirar una de las películas que le recomendé...
- Hagamos unas palomitas. - le dije.
Él hizo una mueca. - No tengo para hacer.
Resople. - ¿Como rayos miras películas sin comer palomitas?
- Soy más del café y los chocolates.
- Uh, no suena mal. ¿Tienes chocolate?
- Eh... no.
- Carajo, Rhett.
- Lenguaje. - me regaño.
- Tienes alma de un señor de 60 años. - mencione divertido, riendo. - Bueno, vamos a comprar.
Me encaminé hacia la puerta, con él detrás mío. Al salir del departamento noto que en su mano lleva el paraguas que le regalé.
- ¿Y eso? - pregunté extrañado.
- Por si nos agarra la lluvia. - respondió. - Esta pronosticado para esta noche.
- ¡Oh, mejor! - exclamé animado.
Y como bien dijo, apenas hicimos unas cuadras y empezó a llover con fuerza, pero aun así eso no impidió que continuáramos con nuestra búsqueda de algo dulce para comer. Rhett abrió el paraguas y caminamos bajo este, uno al lado del otro, rozandonos.
Ya teníamos para hacer las palomitas y unos chocolates, cuando regresábamos a su departamento. Yo, para variar, hablaba mientras él me escuchaba con atención. Hasta que en un momento se frenó en seco, a lo que yo también me detuve.
- ¿Qué? - pregunte con preocupación.
- ¿No lo oyes?
- ¿El que? - hablé confundido.
Me extendió el paraguas y lo agarré, y él se adentro en el callejón donde nos detuvimos.
- ¡Rhett! - lo llame alarmado.
Aun así no tardé en seguirlo. Al ser a unos pocos metros, las luces de las calle reflejaban permitiendo distinguirlo. Se encontraba en cuclillas, observando algo que tenia en frente. Cuando quedé a su lado, me percaté de que se trataba de unos cinco gatitos bebes.
- Están solos. - comenté.
- Seguro su madre fue a buscar alimento. - mencionó.
- Deberíamos llevarlos a un lugar seco. - sugerí.
- No podemos tocarlos. - dijo. - Podríamos impregnarles de nuestro olor haciendo que la madre no los reconozca como suyas y que las acabe dejando. - observa a su alrededor. - No hay nada para hacerles un resguardo. - agrega con decepción.
Rhett tenía su mirada en los gatos. Yo... yo la tenía en él.
Dentro de mi pecho sentía una cálido y agradable sentimiento que no había experimentado antes.
- Tengo una idea... - dije, y apoyé el paraguas en el piso, junto a los gatitos, de forma que les quedó una especie de techo.
Rhett se incorporó y luego de observarlos por unos segundos más, volvió su mirada a mí. Quedamos mirándonos en silencio, bajo la lluvia. Aun en la penumbra podía vislumbrar el dulce brillo en sus ojos.
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Tenía que ser él
RomanceAtticus Lee es feliz. Esta en sus 30s. Trabaja de lo que ama, tiene unos compañeros a los que adora, puede costearse todos sus caprichos y las citas no le faltan. Siente que no le falta nada. Pero todo se da vuelta cuando llega un nuevo jefe a la e...