Capítulo 18

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Esto es inusual. Muy inusual.

¿¡En qué demonios estaba pensando!?

¿Lo invite a ir al club conmigo? ¿En verdad salieron esas palabras de mi boca por voluntad propia y sin tener que estar obligado a hacerlo? Porque no fue una apuesta, ni algo que le debía, o por lo que me hayan pagado para decir. No. No. No.

Yo lo invite. Yo. Que no suelo invitar a nadie, porque me gusta ir solo. Ni siquiera he querido ir con Magnus, o Sam, quienes me han insistido hasta en cansancio para acompañarme.

Y sin embargo invite a la gár.... a él.

¿¡Qué rayos está mal conmigo hoy!?

Bueno como bien dije, tengo corazón de pollo. Y todo esto de los niños, y ver su carita de desolación al escuchar que murió uno de ellos, consiguió ablandarme un poco. Soy alguien a quien no le gusta ver mal a otras persona, y que siempre voy a intentar animarles, sin importar quien sea.

Si, si, si. Fue eso.

Y lo que iba a ser para mi una hora de enseñarles a unos peques a dibujar, terminó siendo toda una tarde. Aunque no solo hicimos eso, también jugamos con marionetas, al juego de las sillas, incluso uno de ellos sabía hacer trucos de magia, lo cual fascinó a sus demás compañeros.

Sin embargo el mejor momento del día fue cuando (gracias a que se lo propuse en un susurro a uno de los niños, quien accedió enseguida) disfrazaron a Rhett y lograron de que tomara un micrófono de juguete y comenzara a cantar.

Me di cuenta de que escucharlo cantar "Let it go" de frozen, era todo lo que necesitaba en la vida. Las lágrimas brotaban de mis ojos y me dolía la panza de tanto reírme, hasta en un segundo temí que me orinaria encima. Pese a todo, él no se detuvo. Siguió cantando mientras los niños lo animaban e incluso algunos se le unían.

Cuando Emma dio finalizada la hora del juego (que al anuncio lo siguió un coro desanimados de "ohhh"), con Rhett salimos juntos del hospital.

Si, si, si. Le estoy diciendo "Rhett", pero es que... ya no puedo decirle "la gárgola". Ahora no consigo asociar ese rostro con el apodo. Sería como decirle "lobo feroz" a un conejito blanco.

Al detenernos en la salida, me percato de que se encuentra inusualmente nervioso, y hasta parecía inquieto, él que suele ser calmado. Estoy por preguntar qué es lo que le sucede, pero se me adelanta y habla primero:

- ¿Sigue...? - empieza a decir en un murmuro. Se detiene en seco por unos segundos y continúa. - ¿Sigue en pie lo... lo que me mencionaste?

- ¿Te refieres a venir conmigo al club de jazz? - inquiero. Él asiente. Le dedico una sonrisa. - ¡Pues claro! - alzo una ceja. - ¿O es que ya arrugaste? - agrego divertido.

- ¡Por supuesto que no! - salta a la defensiva.

Río. - Solo bromeo. Anda, vamos, que muero por tomar algo y escuchar buena música. - digo. - Que luego de pasar toda la tarde escuchándote cantar es como si hubiera perdido la agudeza auditiva.

Estoy por reír, pero me freno al ver como su expresión se torna avergonzada. Y me siento como un imbécil. Estupido Atticus, tú y tu bocata que siempre hablan de más.

- Lo siento. - me disculpo apenado. - Quise hacer un chiste. No me tomes muy en serio, tiendo a decir idioteces todo el tiempo. El 90% de las cosas que salen por mi boca son tonterías.

Se queda observándome en silencio por uno momento. - Yo también lo siento. - habla suave, luego de unos segundos, en los que quise cavar un pozo y enterrarme en el. - Soy algo... parco. Las personas no suelen bromear conmigo, por lo que no estoy acostumbrado. Por un segundo creí que te burlabas de mi, y eso me tomo desprevenido.

Tenía que ser élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora