Me apoyo sobre el mostrador, dónde él está detrás concentrado, escribiendo en una planilla.
- Necesito un favor. - anuncio agitado por la rapidez con la que vine al salir del trabajo.
Mi hermano alza la cabeza sin inmutarse y suspira agobiado. - ¿Qué te he dicho sobre aparecerte en mi trabajo? - me reprocha.
- Que a menos que me salga sangre es una magnitud preocupante, me haya quemado, o tenga algún síntoma de asfixia, me quede en mi casa y no moleste. - repito en automático.
- ¿Y entonces?
- Ya sé, ya sé. - digo. - No será algo de la lista en verdad es una clase de emergencia.
- ¿Y ahora qué? - pregunta con fastidio. - Estás muy fastidioso últimamente. Pides mucho y cuentas poco.
- Tranquilo hermano del año, que no lo necesito de ti. Sino de tu bonita amiga doctora, aquella que tiene contactos y que me comentaste que te consiguió las entradas para la obra que quería ver Hari, la cual estaba agotadisima.
- Olvídalo, no voy a mole...
- Te conseguiré las entradas. - anuncia una voz femenina a mi lado. Veo a la doctora Richards acercarse a nosotros con su bata blanca, su cabello castaño atado en un moño alto y con sus ojos cansados, pero una suave sonrisa como siempre.
- Emma. - dice mi hermano entre dientes.
- ¿Qué? Me ha llamado bonita. - dice divertida al quedar junto a mí. Me mira seria. - Pero a cambio me debes un favor.
Suspiro. - Está bien. - accedo con fastidio. - Aunque ya se bien lo que quieres.
- Tendrás que venir mañana por la tarde.
- Bien, bien. Lo haré.
Sonríe con satisfacción. - Te enviaré por mensaje el código para retirar las entradas. - menciona. - Y si mañana no apareces verás un lado muy malo mío. - sentencia firme.
- Soy un hombre de palabra.
- Bien. - es lo último que dice antes de seguir su camino.
- Vaya, si que debes querer mucho esas entradas. - comenta mi hermano cuando quedamos solos. - Nunca accedes.
- Digamos que le debo algo a alguien.
- ¿A tú "conocido" misterioso?
- Adiós Magnus. - me despido con una sonrisa.
- ¡Ay Atticus! - oigo que se queja tras de mi.
*****
Cuando llegó la noche salí de casa y me tomé el metro para ir hasta Broadway, donde él me estaba aguardando puntual en la entrada. No cruzamos mucha palabra ya que estábamos en la hora, así que nos dispusimos a entrar rápidamente.
Nos sentamos en la mitad de la larga fila de asientos. La gárgola parecía estar algo incómodo con personas tan cerca suyo rodeándolo, pero una vez que inició el show fue como si se hubiera olvidado de lo que lo tenía a su lado y se enfocara solamente en lo que tenía enfrente suyo. Obviamente yo tampoco me perdí ni un solo detalle, tanto de los vestuarios, la escenografía, los actores, incluso de la misma sala del teatro.
Realmente lo valió, y me llevó a preguntarme por qué rayos no vine antes. Tengo que empezar a tomarme más momentos para hacer planes como estos. En verdad los disfruto, y me llenan el alma, por decirlo de una manera cursi.
Vaya. Quien diría que la primera persona con la que vendría a ver uno de estos espectáculos sería con él.
Así como la noche que fuimos a la ópera, también nos encaminamos hacia un restaurante para comer algo. Y como hoy me tocaba elegir a mí, opté por uno de comida mexicana que solía frecuentar con Sam, dónde la comida es muy buena y variada.
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Tenía que ser él
RomanceAtticus Lee es feliz. Esta en sus 30s. Trabaja de lo que ama, tiene unos compañeros a los que adora, puede costearse todos sus caprichos y las citas no le faltan. Siente que no le falta nada. Pero todo se da vuelta cuando llega un nuevo jefe a la e...