Capítulo 37

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Rhett

Siempre fui alguien huraño. He estado toda mi vida acostumbrado a la soledad, la quietud, al silencio, ha decir solo las palabras justas y necesarias. No me gusta alzar la voz, ni exaltarme, o emocionarme demasiado por algo, al contrario soy alguien medido y siempre me he desenvuelto con cautela. Soy de los que mantienen sus emociones a raya. Que piensa y analiza antes de actuar, que todo lo racionaliza. 

Mantener ese equilibrio me ha hecho pasar desapercibido. No suelen percatarse de mi presencia, por lo que oigo a las personas hablar de mí. Se preguntan si tengo alexitimia. Me llaman frío, corazón de piedra, pozo negro... gárgola.

Que me cueste expresar mis sentimientos no significa que nos los tenga, porque los tengo. Y si hay algo que he aprendido, es que estos pesan el doble cuando no se tiene a nadie con quien compartir los pesares, e incluso las alegrías pasan desapercibidas para mí, jamás las he sentido como tal.

Todo lo que he querido lograr, lo he logrado. Sin embargo, al momento de tenerlo en mis manos no se siente como felicidad, ni siquiera como una satisfacción, sino más bien como un "logrado". Como ponerle un tilde a cada cosa de mi lista de pendientes, como si fuera algo menos que conseguir.

Me duele. El corazón me duele, toda mi vida ha sido así. He vivido con ese dolor constante, tanto que de alguna forma ya te acostumbras a él, y se vuelve una parte de ti.

A lo largo de este tiempo he construido un muro a mi alrededor, uno que me mantenía alejado de los demás. Nunca nadie se molestó en intentar atravesarlo, nada más siguen de largo, porque no vale el esfuerzo.

Hasta que llegó Atticus...

Él vino haciéndose notar, no es de los que pasan desapercibidos. En tan solo una patada derribó ese muro, y ahí caí en cuenta cuán frágil en realidad era. Se me hizo demasiado sencillo dejarlo entrar en mi vida, abrirme a él. Estaba tan anhelado de afecto, y lo supe en el momento que me abrazó por primera vez, y que desee que no volviera a soltarme. 

Yo, que no toleraba el contacto físico, deseaba más que nada que me tocara. A mi, que me gustaba mi soledad, deseaba una vida a su lado. Yo, que no sabía sonreír, no podía evitar hacerlo cada vez que estaba junto a él. A mi, que me gustaba el silencio, si por un día no oía su voz o su risa, sentía que no había sido un buen día. 

Me enamoré...

Me enamoré de ese chico que no sabe mantener la boca cerrada por mucho tiempo, que habla hasta dormido. Aquel que tararea alguna canción cada vez que hace algo, o que baila cuando suena una canción que le gusta mucho, y es que no puede resistirse. Y no quiere, porque es de los que hacen todo lo que desean. El que siempre tiene su mente en otro lado, que sueña despierto. Que es puro alma y corazón, y me sacudió los míos, que se encontraban dormidos. Que actúa en base a sus sentimientos, los cuales siente con intensidad. Ilumina la habitación cuando entra a algún lugar, y contagia su alegría.

Aquel que me enseñó lo que es sonreír verdaderamente, lo que es reír con ganas, lo que es cuando alguien en verdad te quiere... que es paciente contigo, que te respeta con tus manías y formas de ser. Lo que es que a alguien le brillen los ojos cuando te ve. 

Mis ataques de asma y de pánico disminuyeron en estos meses juntos. Y es que cuando la ansiedad comenzaba a sobrepasarme y amenaza con apoderarse de mí, bastaba con buscar su mirada y ver sus ojos ya puestos en los míos, y que me dedicara una de esas sonrisas tuyas, para que todo volviera a calmarse. 

Atticus es... es como si alguien hubiera tomado todo lo bueno del mundo, y lo hiciera persona. La suerte más grande que he tenido en la vida ha sido conocerlo. 

Es por todo eso que nunca podré merecer alguien como él.

*****

Era ya de noche cuando salí de la oficina y fui directo hacia su departamento. Subí hasta el último piso, y al quedar frente a su puerta comencé a tocar con insistencia. 

Tenía que ser élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora