William Albert Andley había llegado a Europa, tenía trece años cuando la Señora Elroy lo había mandado a Londres para que estudiara en el Real Colegio San Pablo, el cual había sido una de las instituciones forjadas desde hacía ya dos siglos atrás, una de las pocas que había resistido la segunda guerra mundial y que por lo mismo se caracterizaba por albergar y formar a los hijos de las familias más importantes de Europa.
William había perdido a su hermana Rosemary a causa de una enfermedad recientemente, su sobrino Anthony había muerto hacía ya seis años y debido al fallecimiento de su hermana la cual él consideraba la única persona que realmente lo amaba, llegó a aislarse de las demás personas y de la actitud irascible de su tía Elroy, la ahora matriarca de la familia Andley. La señora Elroy había tomado el poder de hacer y deshacer con la familia en lo correcto de la sociedad y época en la que ella se había criado, no tenía hijos pero si sobrinos, de entre ellos los directos, William e indirectos, Archie, Stear, Anthony, Elisa y Neal.
Al verse atrapado entre cuatro paredes, el Real Colegio San Pablo no le había dado lo que él buscaba, ni siquiera el añorar épocas pasadas, el tiempo no había curado las heridas causadas por el fallecimiento de Rosemary, su hermana, la cual había dejado al pequeño Anthony al cuidado de la señora Elroy y por demás verlo como una fotocopia de su persona, era lo que más lo irritaba.
En América, la compañía de los animales era un beneplácito para su desolada alma, simpatía animal que había heredado de su padre y la candidez propia de Rosemary. Albert caminaba por los bosques que se encontraban dentro del colegio, meditabundo y ensimismado en sus propias obligaciones familiares, era acostumbrado, al menos en él, el no sociabilizar ya que debía aprender a tratar con caballeros y damas de las altas esferas sociales, situación que pasaba sin pena ni gloria y que a él gustaba de zafarse de dichas encomiendas.
Sin darse cuenta de lo que pasaba a su alrededor, un grito lo sacó de sus pensamientos...
- Cuidado puedes caer – le advirtió una chica de cabellera castaña detrás de él.
- ¡Aaayyy! ¿Qué es esto? – se miró las manos, el uniforme estaba completamente manchado.
- Te lo advertí, ahora ya no hay remedio – lo miró de pies a cabeza.
- Jajajaja que pretendes hacer, matar a todos con lodo – sonrió alocadamente.
- Lo siento, no era para ti, estoy cazando – alzó los hombros.
- ¡Cazando! En el bosque del colegio – se mofó.
- Sí, ¿qué? Eso es... ¿imposible? – soltó un alarido.
- No por supuesto, pero poco probable que encuentres un animal salvaje – asintió el rubio.
- De hecho es uno doméstico, Litz no está por ningún lado – volteó a ver si no había pasado por ahí.
- ¡Litz! ¿Quién es Litz? – preguntó asombrado.
- Un cerdo, bueno uno pequeño – señaló con los dedos.
- ¡Tienes un cerdo por mascota! – Albert se sorprendió bastante.
- Claro, no te oyeron en Malasia, ¿algún problema con eso? – le preguntó molesta.
- No por supuesto, pero no te parece que es algo... ¡extraño! – sonrió con sorna.
- Claro que no, los gatos y perros son tradicionales, más bien, Litz es muy limpio. Un momento, silencio – pidió ella inmediatamente.
- ¿Qué pasa? – vio alrededor sin moverse.
- Lo siento debo correr, espero poder alcanzarlo ya que tengo días buscándolo – comenzó a caminar pronto, al verlo a lo lejos.
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La Dama del Retrato
FanfictionÉl se ha quedado prendado de un retrato en una exposición en el Museo Metropolitano, la belleza de la persona que se encuentra dentro de este cuadro se centra en un par de ojos, buscando información acerca del cuadro se da cuenta que nadie conoce su...