Capítulo XXXII, Crisis

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Candy había llegado al hospital junto con el doctor Levingston y Terry, la camilla y ambos hombres bajaron de la ambulancia, Terry aún oprimía la herida que sangraba considerablemente mientras el equipo médico preparado por el doctor Robson lo cambiaba, por reglas generales del hospital no podía acceder a las salas de operación. Levingston ordenó que lo revisaran para descartar alguna herida, ya que le parecía que tenía demasiada sangre como para ser de su esposa. La enfermera lo chequeó y al ver que no tenía ni siquiera un raspón, se limitó a limpiarle la mano que había presionado la herida sangrante de Candy.

El pulso de la condesa se encontraba lánguido. Levingston y Robson estaban preocupados, corrieron deprisa por el largo pasillo hasta llegar a la sala de operaciones que habían dispuesto unas horas atrás, donde la operarían de emergencia. Mientras todo esto ocurría, Terry miraba la puerta del ala de salas, no podía quitar la mirada ni quería retirar sus esperanzas en ese lugar y más cuando su esposa y su hijo peligraban de sobremanera.

- Terry, ¿cómo está? – preguntó Albert quien venía tomado de la mano con Eleonor.

- No lo sé Albert, la están operando – le respondió sin mirarlo en un tono bastante triste.

- ¿Qué ha dicho el médico? – cuestionó Eleonor a su hijo.

- ¡Maldita sea, no lo sé! ¿Cómo me hacen esa pregunta? Albert, sólo me pidieron que esperara aquí y nadie ha salido – gritó exasperado para luego tratar de calmarse.

- Calma Terry, ya habrá noticias y Albert deja de preguntar cosas que no sabes ni tú, ¿nos sentamos? – sugirió Eleonor pues como conocía a su hijo.

- ¿Cómo puedes estar tan serena, madre? – le cuestionó su hijo al verla tan campante.

- Sencillo, ¿puedes arreglar esto? – le hizo ver que estaba fuera de su alcance.

- No, sólo los doctores – respondió él.

- Exactamente así, siéntense y deje de discutir – les dio ciertas opciones.

- Pero...- intentó poner un pretexto.

- Nada de peros, usted aquí y Terry, tú aquí – les señaló con ambos brazos a cada uno de ellos.

Habían pasado cuatro horas desde que Candy había entrado a la sala de operaciones, el equipo de enfermeras y anestesistas salieron y nadie los tomó en cuenta; unos minutos después salieron, Levingston y Robson salían juntos, quitándose el cubre bocas y la cofia, nadie se había percatado de ellos hasta que Robson habló.

- Conde Grandchester – lo llamó Robson.

- Dígame Robson, ¿cómo está Candy?

- La condición de la condesa es grave, usted sabe que estando embarazada debemos de cuidar la dosificación de medicamentos, la fractura está soldada y esperemos que su cuerpo se encargue de ello...por otro lado, el pulmón ha sido reparado... - explicó brevemente Robson.

- ¿Cómo está el bebé? – preguntó Eleonor.

- Bueno le hicimos un ultrasonido y el tiempo de gestación es apenas de un mes – comenzó a explicar Levingston.

- Entonces podemos pasar a verla – solicitó Terry.

- No creo que sea posible conde – refirió Robson.

- ¿Por qué? – cuestionó el castaño.

- Tuvimos una complicación, su estado es grave aún, tenemos que esperar, ahora lo más importante es que alguien le done sangre, perdió demasiada y necesitamos hacer pruebas para ver quien le puede donar tipo AB-.

La Dama del RetratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora