Capítulo XXXVIII, El plan

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Terry estaba a la expectativa, según lo informado por Tom, Georgianna y Fred llegarían esa misma tarde a su departamento, ubicado en Londres. Habían demorado mucho tiempo, tenían cuatro horas de atraso. Candy estaba que daba vueltas en el departamento, sabía que una llamada a su esposo podría ponerlo en aprietos; tenía que calmarse, pero como hacerlo, si su esposo y padre de su hijo, estaba en peligro. Decidida tomo el teléfono y comenzó a marcar un número.

- Bueno – contestó la voz del otro lado.

- Papá, ¿tienes a Eleonor cerca? – cuestionó ella.

- No Candy, ¿pasa algo? – cuestionó el rubio intrigado.

- Pues nada en realidad, sólo que sabes en ¿qué está metido Terry, verdad? – preguntó con ganas de querer saber que sucedía.

- ¿Está metido en algo? – exclamó sorprendido.

- Sí papá, lo del secuestro está urdido por Georgianna y Fred Luchesse, su novio. No fue Niel el que mando a secuestrarnos, todo esto fue por Terry... en realidad – explicó Candy un tanto torpe.

- Quieres decir que Terry y Georgianna... - inquirió el rubio un tanto molesto.

- No papá, cómo se te ocurre, en realidad creo que fue en el hospital, Georgianna se le insinuó a Terry y él la rechazó – concluyó la rubia soltando un suspiro.

- ¿En serio? – respondió Albert sorprendido.

- Papá, en estos momentos se encuentran apostados fuera de su departamento. A ciencia cierta no me dijo mucho de eso, la verdad estoy preocupada – decidió soltar algo de información.

- ¿Quién más sabe de esto? – quiso averiguar un poco más.

- Samuel y Tom – contestó rápidamente.

- En ¿qué rayos está pensando mi yerno? – cuestionó exaltado el rubio, sin llegar a entender que pasó por la mente del castaño esposo de su hija.

- Realmente dudo que esté pensando, Eleonor ¿está bien? – preguntó ella tratando de cambiar el tema.

- Mejor, el bebé la tiene entretenida porque si se entera no quiero ni pensarlo – pero Albert no la dejó ni por un momento en paz.

- Sí supongo, recuerda que no te dije nada papá – le pidió ella al notar a su padre pensativo.

- Si Candy, me avisas ¿cómo va ese asunto? – pidió el rubio.

- No le digas nada a Eleonor – advirtió ella.

- No hija, no tengas cuidado por ello – advirtió el.

- Bueno papá te dejo, William está inquieto - le avisó para luego colgar.

- Sí Candy, te saludo a Eleonor de tu parte – se despidió.

- Adiós – se despidió la rubia colgando.

- Hasta pronto – terminó por despedirse y también colgó.

Candy dejó el auricular en su lugar y comenzó a caminar hacia la habitación de su hijo con el altoparlante en la mano. Cuando había llegado a su destino, dejó el aparato en una de las mesitas de la antesala y se dirigió a la cuna donde comenzaba a bostezar William; era increíble cuanto había crecido, en tan solo unas semanas ya le habían salido algunos rizos rubios como los de ella, sus ojos eran una combinación entre los de ella y azules como los de su padre, al menos así se le veían de primera instancia, cuando comenzó a mover la boquita con ahínco, Candy rodeó la cuna y decidió levantarlo; tomó una frazada de la cómoda que se encontraba a su izquierda y se dirigió a la mecedora para alimentarlo. Después de sentarse y colocarlo para que tomara el pecho, comenzó a mirar el jardín de la casa de enfrente, las flores habían comenzando a florecer, recién había hablado con la vecina de enfrente, ahí se encontraba ella, jugando con Mathew, su hijo mayor, quien se encontraba entretenido con un caballito de madera, los sonidos emitidos por William le hacían una agradable canción a su madre. De pronto un aroma por demás conocido llegó a su nariz, era Terry sin duda por lo que tuvo a bien girar la cabeza, pero no había nadie ahí, eso le parecía raro. Miró por debajo de la frazada para cerciorarse de que su hijo seguía prendado de ella, después de cerciorarse de que así era, miró hacia delante, en la casa de enfrente, una vez más estaba Mathew haciendo rabieta porque Mary le había ya metido a la casa.

La Dama del RetratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora