Capítulo XXXIII, Opciones

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Habían pasado ya cerca de dos meses, Terry por fin estaba yendo a trabajar y dejó de ir al hospital para dirigirse a su departamento donde su esposa se encontraba recuperándose cada día más que el día anterior, era ya media tarde y la rubia tenía su siesta de todos los días, Terry entró a la habitación donde Candy descansaba entre sábanas de muselina, ya que debido a su estado de gestación le hacían más cómodo el descanso. El primer trimestre había pasado hacía ya unas semanas, aún no se le notaba el embarazo, el médico la visitaba cada tercer día, ya que la operación había sido de cuidado, pero los doctores tenían la esperanza de que ella mejoraría con el tiempo.

- Señor, ¿cómo está? – le preguntó Dorothy.

- Bien Dorothy ¿ha habido novedades? – cuestionó atento al correo que se encontraba en una mesita que estaba en el recibidor.

- Sí señor, la señora no ha querido comer – respondió e informó Dorothy a Terry.

- Razón – dijo el castaño extrañado ante aquel conocimiento.

- Sólo se la ha pasado durmiendo, dice que está muy cansada – argumentó ella.

- ¿Cuándo viene Levingston? – cuestionó Terry preocupado.

- Mañana, ¿sucede algo? - preguntó ella.

- Dile a John que vaya por Levingston, si es necesario que le diga por qué lo he mandado a llamar – le ordenó a la castaña.

- Sí señor enseguida, permiso – dijo Dorothy y se retiró.

- Dorothy, tráigame caldo de gallina, debo hacerla comer. Desde ¿cuándo está así? – cuestionó él queriendo saber algo.

- Desde ayer – refirió temerosa.

- Supongo que el médico no sabe nada – le sugirió él.

- No señor – le retiró la mirada.

- La próxima vez que note ese comportamiento a la primera persona que debe decirlo será a mí, entendido Dorothy – le pidió amablemente.

- Entendido, permiso – se disculpó y retiró de ahí.

- Ay mi vida, que te pasará ahora – dejó el correo encima de la mesita, se tomó de los cabellos y suspiró dirigiéndose a la habitación de su esposa.

Cuando John había salido eran las siete de la noche, para cuando regresó eran las nueve, Terry no podía explicarse la tardanza del médico, Candy no despertó, hace media hora le había dado una vuelta. Entró nuevamente a su despacho y a los pocos minutos llego Levingston, decidió esperar unos minutos cuando de pronto escuchó.

- Dorothy trae agua caliente y unos paños, rápido – ordenó el médico comenzando a deshacer la cama.

- ¿Qué sucede Dorothy? – le cuestionó Terry a la mucama cuando pasaba por la puerta de la biblioteca que estaba abierta.

- No lo sé, sólo que el doctor me pidió algunas cosas – refirió Dorothy nerviosa.

- Levingston – lo llamó desde el pasillo.

- Conde, rápido ayúdeme, cárguela – le ordenó.

- ¿Qué pasó? – cuestionó preocupado. -

- No lo sé, hace ¿cuánto que no quiere comer? – preguntó mientras sacaba unas nuevas sábanas del closet.

- Dorothy me dijo que desde ayer, antes de su visita – informó el castaño.

- Debemos mudarla de ropa, ¿dónde están los camisones? – preguntó el médico.

- En esa cómoda de ahí, ¿está bien? – cuestionó él.

La Dama del RetratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora