Capítulo XXIV, Un nuevo amanecer

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Candy se había levantado al alba, revisando las velas que había en la casa y apagándolas una a una, regresó a la habitación donde hacia unas cuantas horas había disfrutado de su primera noche de amor, entró al vestidor y se cubrió con una amplia bata, dejando su piel parcialmente desnuda, volteó hacia la cama, se quedó observando en dirección del cuerpo de su marido, quién dormía apaciblemente. Bajó a la cocina y comenzó a ordenar un poco los alimentos para el desayuno, hizo unos huevos con jamón, pan con mantequilla y miel y fruta picada, sacó dos vasos y los puso en una mesita para llevarle el desayuno a su esposo, tomó el jugo y después sirvió el café. Cuando había terminado, se dirigió hacia la habitación, llegó y lo dejó sobre su lado de la cama y abrió las cortinas.

- Terry, despierta. Anda dormilón abre los ojos – lo movió en lo que se colocaba rápidamente en su lado y jalaba la mesita para comenzar a servirle a su esposo.

- Mmm, cinco minutos – susurró el castaño.

- Cinco minutos, bueno espero que en cinco minutos veas quién me va a llevar a cabalgar...- intentó provocarlo sin obtener éxito.

- A esta hora Candy, ni los gallos cantan – dijo su esposo volteándose y acomodándose para seguir durmiendo.

- Bueno entonces, me pondré el traje de montar sin ropa interior y le diré a Mickel que voy con él ya que mi caballo está en la villa – le contestó tajante y comenzando a bajarse de la cama para ir al vestidor.

- Espera...ya me desperté – se levanto de repente. Mi amor qué rico huele, ¿lo hiciste tú? – exclamó sorprendido.

- Sí, ¿te gusta? Me dio hambre y decidí hacer el desayuno – respondió sentándose de nuevo y comenzando a comer.

- Desde ¿cuándo cocinas? – cuestionó intrigado pues la mayoría de las chicas que conocía no sabían ni hervir agua.

- Mary y Dorothy me enseñaron, no es tan difícil – respondió con insuficiencia.

- Mi amor – le dio un apasionado beso.

- Mmm – sonrió lamiéndose los labios por aquel beso que le dio Terry.

- Mickel en verdad se encuentra abajo – cuestionó él serio.

- No – respondió ladeando la cabeza y sonriendo.

- Entonces ¿por qué andas de traviesa? – preguntó cuestionó ligeramente enfadado.

- No te querías despertar – alegó ella.

- Podría haberlo hecho con algo más...sugerente – comenzó a desatar la bata con una mano mientras que con la otra, sólo pasó un dedo en medio de sus senos.

- Ah sí, ¿con qué? – cuestionó ella con mirada traviesa.

- Ven aquí y te enseño ¿con qué? – comenzó a besarle el hombro.

- Señor Grandchester, ¿no tiene hambre? – consiguió zafarse la rubia.

- Pues sí, pero no de comida – el castaño se dirigía hacia sus senos, los cuales comenzaban a llamarle la atención.

- Terry, anda déjate de juegos y comamos – se separó rápidamente porque cuando comenzaba difícilmente le podía decir que no.

- Bueno, pero no te escaparás para siempre – sonrió él mientras la desnudaba con la mirada.

- Está rico princesa, te quedó muy bien – sorbió un poco de café.

- Sí verdad, anda come – le urgió para que dejara de observarla así. Podrías pasarme la mermelada – le pidió cuando a ella solo le faltaba el pan tostado con mantequilla.

La Dama del RetratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora