Capítulo XXXV, William Richard

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Parte I

Padre primerizo

- Silencio – pidió Candy un poco molesta, sorprendiendo a su esposo que iba de un lado a otro de la habitación tratando de no hacer ruido.

- ¿Qué pasa mi amor? ¿Por qué estás tan enojada? – cuestionó Terry un poco sorprendido.

- No estoy enojada, tienes diez minutos haciendo ruido, vas a despertar al bebé – se quejó amargamente.

- Pero si está profundamente dormido mi amor, en eso salió a ti – sus labios dibujaron una sonrisa burlona.

- No es cierto, Eleonor dice que salió a ti - espetó la rubia.

- La verdad no me acuerdo de eso, estaba muy pequeño. Princesa, ¿cuándo podemos...? – se interrumpió de momento cuando ella rodo los ojos.

- Por el momento no, tengo un mes de haber dado a luz y no estoy muy contenta contigo – le reprochó rápidamente.

- ¡Ay, mi amor, que aprensiva estas! – le reclamó abiertamente y alejándose del lugar donde la había tratado de abrazar tan solo hace un momento.

- Pues tú lo dices, porque a ti no te acuchillearon y como aún estoy molesta pues veremos que dice el doctor Robson – le aclaró sonriendo maquiavélicamente.

- Eso es injusto... claro, como no son ellos quienes mueren de hambre – comenzó a murmurar, molesto.

- ¿Qué tanto murmuras Terrence? – se volteó riendo dentro de su misma.

- ¡Nada! ¡Como siempre nada! ¡Si ya sé que yo no cuento! – protestó y comenzó a salir de la habitación.

- Terry deja de cuchichear... ¿a dónde vas? ¡Ven aquí! – le pidió cuando las manos de su esposa se colocaban en el pecho de él.

- Tengo otras cosas que hacer – se alejó unos momentos.

- He dicho ven aquí! – lo instigo pasando por su lado derecho y aprisionándolo contra la pared a lado de la puerta, besándolo apasionadamente.

- ¿Qué quiere mi ama? – susurró en su cuello cuando él bajó la cabeza olfateando la tan anhelada piel de su esposa.

- Esto... - comenzó a colocar sus manos alrededor del cuello de Terry y se apretó a él.

Candy le dio un beso a su esposo, al cual le siguieron unos cuantos más, la cuarentena justo se había cumplido la semana pasada, él estaba tan nervioso por el parto que ni cuenta se dio de que el plazo había pasado.

- Pero Candy – intentó protestar.

- ¿Por qué eres tan quejumbroso? No sé si sabes, cuánto te extraño - volvió al ataque ahora más ardorosa.

- Pero Candy, no me has dicho que aún estás indispuesta – le tomo las muñecas separándola por unos momentos.

- ¿Cuándo que no recuerdo? Claro que si no quieres – comenzó a alejarse.

- No mi amor, claro que quiero – corrió detrás de ella, abrazándola amorosamente y dándole la vuelta en un segundo.

- Pero... - ahora ella ponía pretexto, sacando un preservativo de la bolsa de su bata.

- Ay no, así no – protestó él zafándose de los labios y cuerpo de su esposa.

- No quieres otros nueve meses de abstinencia ¿o sí? – le advirtió venciéndole.

- No por supuesto que no, pero esta tarde te voy a tener a ti solita para mí – le convenció inmediatamente.

- Si mi amor, pero no aquí porque nuestro bebe se va a despertar con tus gritos – le susurró un poco.

La Dama del RetratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora