Capítulo XXIII, Castigo y felicidad

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Parte III

Tras bambalinas

- Estás bellísima, Candy – confesó él cuando tomó la mano de su bella novia y le besó el dorso.

- Gracias – susurró sonrojándose.

- Gracias Albert, la cuidaré como a mí mismo – le prometió al rubio.

- Eso espero Terry, ya lo veremos – dijo este sonriendo.

- ¡Papá, tranquilízate! – le advirtió.

- ¡Qué simpático suegro! - le reclamó el castaño.

- Podemos seguir la ceremonia – pidió el padre.

- Ah sí, si por supuesto – Terry se puso serio.

- Un momento padre, Terry ¿cómo hiciste esto? Le susurró su novia.

- Luego te explico Candy, el padre no puede estar aquí todo el día, tiene una celebración en dos horas – le explicó mientras el padre lo reprendía adustamente.

- Ah sí, por supuesto – dijo ella escondiendo la mirada y acomodándose en la silla.

La ceremonia siguió tranquilamente, fue muy emotiva, los contrayentes sellaron con un beso sencillo y a la vez amoroso por más de un minuto, mientras los invitados aplaudían, después firmaron el libro de actas y se tomaron de la mano para caminar hacia la salida. No cabían de felicidad, cuando salieron los recibió una lluvia de burbujas que salía de los bastones de los invitados y una de flores blancas, combinación de narcisos y rosas, pétalos aromáticos y en gran cantidad.

Cuando pasó el momento de la objeción, Elisa tenía varias ideas para interrumpir, pero Albert se acercó a ella oportunamente.

- Ni se te ocurra, Elisa – le dijo rápidamente.

- Pero tío, sabes lo que representa la tiara que Candice lleva en la cabeza – cuestionó Elisa envidiosa. Cambiará de duquesa de Grandchester a otro escalafón y no puede ser más que yo – protestó zafándose de la mano de su tío.

- Ven acá Elisa – la tomó rápidamente sin que los demás se dieran cuenta.

- Pero tío... - protestó nuevamente cuando vio que él le había tapado la boca para que no hiciera un escándalo.

- Elisa... Shara y John vengan conmigo y tú también Neil – les ordenó en apenas un susurro.

- Si William – dijeron obedeciendo y caminando detrás suyo.

- Suéltame, tío, ya – gritó Elisa.

- Te ordenó que guardes silencio, es una boda lo recuerdas – dijo él sin más.

- Si lo sé, iba interrumpirla, pero ¿qué es lo que pretendes? – preguntó ella bruscamente.

- Elisa, te ordeno que te calles – ordenó John.

- Papá, lo vas a permitir, esa... - se detuvo cuando Albert la tomó de la mano y la hizo girar hacia sí.

- No te atrevas a ensuciar a mi hija por tu actitud Elisa – le advirtió.

- Pero ¿por qué la defiendes? – protestó ella.

- Porque es mi hija y no voy a permitir que le faltes al respeto – le informó a una muy enojada Elisa.

- Es una arribista, esa Candice se está casando por las leyes británicas con él, con el duque de Grandchester y a mi tío le conviene ese trato no es así, que les va a dar él – era un hecho, Elisa se había atrevido.

La Dama del RetratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora