Capítulo XXVI, Deseos

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Cuando se despertaron, Terry se había dado cuenta de que era Navidad, Candy se encontraba profundamente dormida, en sus brazos y él descansaba entre el espacio que formaba su clavícula y el hombro; no podía soportarlo ni un momento más, desde que Mickel la había revisado y a él le hubiese recomendado amarla, el obedeció al pie de la letra. Por lo que, deslizó la mano sobre el flanco izquierdo de su esposa hasta tomar el centro de su flor, dándole al mismo tiempo pequeños besos en los hombros y suaves giros, hicieron que ella comenzara a moverse, pegando su cuerpo al de su amado, frotando su trasero para provocar su excitación, logrando con esto que ella entrelazara sus piernas con las de él, esperando como reacción que metiera su rodilla en la parte ardiente de su mujer. De pronto, se oyó un gemido ahogado por parte de él, cuando su esposa se había dado la vuelta para mirarlo con ojos embravecidos por la pasión, despertando recién del sueño, ya que desde hacía unos cuantos días se limitaban a realizar un par de cosas y en ocasiones ni salían de la cama.

- ¡Hola! – saludó ella besando la barbilla de Terry.

- ¡Hola...! ¿Por qué me has despertado? – le reclamó desperezándose.

- Porque te deseo – la besó sin dejar de tocarla.

- Terry deberías dejarme dormir un poco más, hace días que no vemos el sol – sonrió y le dio otro beso.

- No es necesario, dime que no quieres esto – bajó el rostro hasta uno de sus senos y lo atrapo succionándolo fervientemente.

- Te...rry, eso es trampa – se quejó ella entre un gemido y otro, tratando de pegarse más a su esposo.

- Dime que no deseas esto – tocó el centro de su flor sin aviso y ella correspondió tomando su falo erecto y dándole un suave masaje.

- Mi amor, ¡qué caliente estás! – exclamó ella.

- Y deseoso, no lo sientes – lo arrimó hacia ella.

- Mi amor, se puede saber ¿qué estás esperando? – lo instó ella ansiosa.

- Solo esperaba escuchar eso – le dijo mientras se colocaba de lado y la penetraba ocasionando una ola de gemidos subsecuentes.

Candy ahora era decidida, lo miraba, lo disfrutaba y le exigía demasiado cuando se encontraba entre sus brazos, Terry se había liberado de la prisión de su alma, desde que había tomado el ducado decidió no tener más amantes, dejar la vida libertina que había llevado y volverse casi monje; era por ello por lo que había terminado con Georgianna, no quería nada de ella, ni de ninguna mujer. Ahora que era duque, su mujer debía ser lo que definía el protocolo o simplemente lo que él buscaba, aunque no tuviera algo definido, sabría que no debería de buscarla, ella legaría hasta el sin necesidad de invitaciones hasta que fue invitado a la exposición de su amiga madame Clawson. Había quedado maravillado por esa linda mujer, de la que no sabía nada, de lo que nadie sabía nada; así que en ese momento formuló un deseo, uno que lo volvió a la realidad cuando Candy había llegado al clímax, obteniendo un orgasmo desenfrenado, al cual él también llegó tan sólo unos segundos después.

Terry aún se encontraba dentro de su esposa, cuando la miró y ella dirigió su mirada a su pecho donde se encontraba descansando el rostro de su esposo.

- Candy – la llamó en medio de sus pensamientos.

- Dime – respondió ante este llamado.

- Quiero pedirte un deseo – mencionó aquel riendo un poco.

- ¿Cuál? – cuestionó ella cuando sintió un beso en el nacimiento de sus senos.

La Dama del RetratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora