Capítulo XXXV, William Richard

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Parte II

Visitas no deseadas

Mientras en la sala de espera todos los familiares de los condes felicitaban a Terrence por su primer hijo, en la recepción del hospital una pareja entraba para saber acerca del nacimiento. El hombre se acercó hasta la recepcionista y pregunto sobre como localizarlos.

- Perdone señorita, la Condesa Grandchester ¿se encuentra en este hospital? – cuestionó él muy tranquilo.

- Sí señor, acaba de dar a luz – le informó ella correctamente.

- ¿Podemos pasar a verla? – le preguntó una vez más.

- En estos momentos no pueden pasar, aún no sale de quirófano – respondió de igual manera.

- Entiendo – se quedó pensativo.

- Y su bebé, ¿se encuentra ya en los cuneros? – re cuestionó.

- Por supuesto, mire, pase cinco puertas por ese corredor y doble a la derecha, ahí encontrara los cuneros – le indicó y volvió a los papeles que tenía entre sus manos.

- Gracias, señorita muy amable. Sara andando, vamos a ver al bebé de Candy – le tomó la mano suavemente y la obligó a caminar.

- Yo no sé, por qué me deje convencer de acompañarte, quieres ver al bebé de esa que metió a mi hijo de por vida en la cárcel – rebatió molesta Shara.

- Niel no es ningún santo Sara, sólo hacemos una visita de rutina, mira ahí están los cuneros – se volvió hacia ella mientras observaban la sala.

Cuando llegaron a la sala que fungía como el cunero, una enfermera se había acercado a ellos.

- Desean ver a un bebé en específico – cuestionó Sara.

- Grandchester, por favor – solicitó Max jalando a su esposa.

- ¡Oh claro! El pequeño William Richard, lo siento aquí no está – respondió ella.

- ¿Qué quiere decir? – cuestionó Max al no entender.

- Él se encuentra en la otra puerta, si quiere lo acompaño...perdón los acompaño a verlo – se hizo a un lado esperando que la siguieran. Por aquí – señaló Sara.

- Gracias, señorita – agradeció Max con la cabeza.

- Buenas tardes – saludó Sara a los guardias apostados a los lados del cunero.

- Señorita Sara, ¿cómo ha estado? – preguntó el capitán a cargo.

- Bien capitán, los señores vienen a ver al hijo del Conde – le informó.

- Claro Sara, puede retirarse – le pidió el capitán ya que lo que tenía que decir no debería oírlo ella.

- Permiso – solicitó Sara, dirigiéndose hacia su trabajo en otra área.

- Lo siento señor... - comenzó a decir el capitán.

- Max Leagan – declaró él.

- Entenderá que no puedo dejar que pase a ver al bebé, por sus antecedentes – recurrió a lo que ya sabía.

- ¿Cómo ha dicho usted? – preguntó confuso.

- Sí que, no está permitido a nadie que pertenezca a su familia entrar al cunero, lo siento – se disculpó retirándose a su posición actual.

- Pero cómo se atreve, no sabe quién soy yo – petulancia de parte de Max hizo que el capitán lo silenciara.

- Sí lo sé, es por ello que no pueden entrar, así que le pido que se retire – se dirigió a él guardando silencio después de su pedimento.

La Dama del RetratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora