Capítulo VII, Chimenea

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Cuando Terry regresaba a la Villa Grandchester no podía creer lo que había pasado, una chica en medio de la nada leyendo, todos sabían que lo más probable es que fuera una aldeana y no una señorita de sociedad. Habían pasado algunos días, esa mañana había salido a montar como acostumbraba todas las mañanas, cuando regresaba vio una cara conocida, su gran y viejo amigo Charlie Swanson se encontraba frente a la puerta de entrada, esperándolo desde hacía un par de horas.

- ¡Charlie! ¿Cómo estás? ¿Cuándo llegaste? – repitió Terry.

- Hace unos momentos, bueno en realidad un par de horas – recalcó lo último.

- ¿Qué has dicho? Me hubieras hablado al teléfono celular – le dijo mientras desmontaba.

- El mío ya no tiene batería, ¿donde andabas? – le preguntó mientras le enseñaba el teléfono.

- Realmente quería pensar – le dijo volteándose.

- ¡Ah ya veo! Dime y ¿qué encontraste? – le preguntó ya que le retiraba la mirada.

- ¿Debo encontrar algo? – le preguntó extrañado.

- No, sólo que traes una cara. Eleonor me dijo que estarías aquí buscando a una chica, ¿es cierto? – cuestionó rápidamente.

- Sí, pero no la he encontrado, ninguna pista ni nada por el estilo. Nada maldita sea, me exaspero – resopló lánguidamente.

- Ya veo, ¿supones que aún vive? – siguió con los cuestionamientos.

- ¿Has estado hablando con los Cornwell? – comentó alzando la ceja derecha.

- Algo hay de eso, pero dime no estás enamorado, ¿verdad? – esperaba una negativa que...nunca llegó.

- Al parecer...si – dijo apesumbrado.

- Pero...Terry – intentó decir algo.

- Como todos los que negamos ser de roca... - comenzó a parafrasear.

- Bueno no todos lo somos – dijo Charlie.

- Está bien, ¿qué más quieres saber? - dijo él derrotado.

- ¿A quién te has encontrado? – preguntó él por demás contento.

- A una chica, pero parece que no vive por aquí – dijo triste.

- ¡Ah no! Alguien la conocerá – se detuvo.

- Charlie...espera, cuando llegué a la Villa Andley, vi el auto que se encontraba al frente, quiero decir William...pero que idiota soy... - comenzó a hilar las ideas dispersas entre sus recuerdos.

- No te ofendas tanto, Terry – sonrió él.

- No, no me entiendes, vi el auto de los Andley en su Villa y cuando fueron los sirvientes por la chica, que tonto e idiota soy – dijo todo a la vez.

- ¡Decídete! ¿La conociste o no? – gritó exasperado.

- Sí y no – le respondió cuando corría hacia el auto.

- ¿Cuál de las dos? -

- Si la conocí, pero no pude verle la cara. Pero ese auto, ese auto estaba en la Villa Andley, ¿qué tonto! ¿Cómo no lo vi antes? – abrió el garaje y comenzó a rodear el auto.

- ¿Eres tonto o piensas que estas tonto? – le cuestionó riendo.

- Las dos, pero no más, van a tener que decirme lo que pasa – respondió él no muy sonriente.

La Dama del RetratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora