ᴅᴇꜱᴇʀᴠᴇ ʏᴏᴜ | ᴅᴇᴀɴ ᴡɪɴᴄʜᴇꜱᴛᴇʀ

Capítulo 8 ⛦

Narrador omnisciente:

Los castaños había tenido una visión de Dean matando a un chico. Kaylee va en los asientos traseros bebiendo un poco de agua mientras Sam va mirando el GPS.

—Hay dos pueblos en los Estados Unidos llamados Rivergrove.

—¿Cómo sabes que es el que está en Oregón? —le pregunta Dean.

—Había un póster del Lago Crater —responde Kaylee.

—Muy bien, ¿qué más vieron?

—Un cuarto oscuro, unas personas y un sujeto atado a una silla.

—¿Y yo lo elimino? —repite Dean.

—Creías que había algo dentro de él —aclara Kaylee.

—¿Un demonio? ¿Estaba poseído? —sugiere Dean, ellos se encojen de hombros—. Todas sus visiones extrañas están ligadas con el demonio de ojos amarillos. ¿Había algún humo negro? ¿Tratamos de exorcizarlo?

—No, nada —niega Sam—. Tú solo lo mataste. Eso es todo.

—De seguro tenía una buena razón.

—Eso espero —murmura Sam.

—¿Qué quieres decir? —cuestiona Dean, su hermano se queda en silencio—. No voy a matar a un hombre inocente. ¡No lo haría!

—Nadie dijo eso —rebate Kaylee—. Tranquilo.

—No sabemos que es —Sam mira a su hermano—. Pero sea lo que sea, el sujeto de la silla es parte de eso. Hay que encontrarlo y ver qué es.

—Bien.

—Bien.

—Voy a dormir —interviene Kaylee—. Me cansé de su mala vibra.

—No tenemos mala vibra —alegan a la vez.

La castaña les hace una seña con la mano para que la dejen en paz. Se acomoda mejor en los asiento abrazándose a si misma para así sentir el olor del perfume que desprende la chaqueta de Dean.

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Los hermanos Winchester hicieron su investigación mientras Kaylee descansaba. Consiguieron la dirección del chico, vieron algo relacionado a Croatoan y los celulares no tiene señal.

Dean estaciona el auto en la dirección mientras suspira. Ambos chicos observan a la castaña durmiendo en los asientos traseros sin atreverse a despertarla, se pueden topar con su buen humor o un buen regaño.

—Tú eres como su novio —le recuerda Sam—. Se enojara menos contigo.

—Tú tienes ojos de cachorro abandonado —rebate Dean en un susurro—. Despiértala tú.

—No lo haré. Hazlo tú.

—Cobarde —murmura el mayor, mira a la chica—. Se ve en paz.

—Lo sé, pero la necesitamos despierta —señala Sam—. Así que despiértala.

—¿Y que se moleste conmigo? No gracias.

—Entonces prefieres que se moleste conmigo —Sam suelta una risa—. Ni lo pienses.

—Oh cállense —murmura adormilada, les da una mirada mortal—. Sus murmullos ya me despertaron.

—Lo sentimos —murmuran a la vez.

—¿Dónde estamos? —mira el paisaje—. ¿Qué encontraron?

—No hay señal telefónica y estamos afuera de la casa del chico —informa Sam de inmediato—. Íbamos a ir a tocar la puerta.