CAPÍTULO 11

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KATERINA

Si alguien me hubiera dicho que mi felicidad estaba en ver la sonrisa de otra persona lo tacharía de loco, o me desharía de esa persona por insinuar tal cosa, pero ver a Roxanne sonreír por cualquier cosa por insignificante que parezca, me ha llenado de dicha.

Desde niña siempre creí que querer a alguien sería imposible, mi padre y mi madre solo estaban juntos por un estatus, no porque realmente se amaran y crecí creyendo que sería lo mismo conmigo, por eso nunca tuve intenciones de acercarme a alguien de otra manera que no fuera tener sexo sin involucrar ningún sentimiento, es por eso que nunca quise besarlas, me parece un acto demasiado íntimo, como él tomar la mano de alguien, son conexiones únicas y que ahora puedo sentirlas con mi pequeño sol.

—¿Porque soy tu pequeño sol? —me pregunta recostado sobre mis piernas.

—Porque iluminas mi vida —le digo dándole un beso —pero también tienes el poder de quemarlo todo, de destruir a cualquiera.

—Que profundo, creí que era porque soy muy radiante —dice sonriendo.

—También —me encojo de hombros —pero eres mucho más que tu físico.

—No creí que pudieran salir esas palabras de tu boca Kozlova —me dice alzando sus cejas.

—No me llames Kozlova, no estamos trabajando —le digo y se levanta viéndome con sus hermosos ojos.

—Pensaré en una manera de llamarte, pero debo admitir que tu nombre me gusta mucho.

—Bien, llámame como quieras —digo rodando mis ojos.

Llevamos tres días en Mykonos, claro que antes tuvimos que ocuparnos de algunos asuntos para poder estar aquí, se suponía que sería un descanso, pero los primeros dos días hicimos de todo excepto descansar, Roxanne es una mujer que no se deja intimidar ni siquiera en la cama, no creí que pudiera tener tanta resistencia, pero cada vez me sorprende más.

Estar aquí me ha hecho conocerla un poco más, cada vez voy entendiendo más cosas sobre ella, aunque me sorprende como este ser que se ve tan puro puede llegar a hacer tantas atrocidades, esperárselo de mí es normal, muchos me conocen, desde niña he sido entrenada como parte de un ejército, pero ella tuvo la oportunidad de ser una niña, de disfrutar de su vida sin tantas obligaciones.

—Eres admirable —le digo pasando mis manos por su espalda —has pasado por mucho y aún no pierdes ese brillo.

—Eres la única que dice que tengo ese brillo —dice levantándose para acercar la fruta que nos trajeron.

—Solo digo la verdad, aunque hay algo que no me dices —le digo y aparta su vista —¿Que tan doloroso es?

—No quiero hablarlo —dice levantándose y sale de la habitación hacia dónde está la piscina.

Me levanto y la sigo, la abrazo por la espalda dejando un beso en su mejilla.

—No me lo digas si no quieres, pero quiero que sepas que estaré contigo en todo momento, sin importar lo que sea —ella suelta un largo suspiro y se gira para abrazarme —todo está bien, si algún día te sientes lista te escucharé.

—No quiero lo mismo para ti —susurra y no hago preguntas.

—¿A donde te gustaría ir después? —le pregunto cambiando el tema.

—No lo sé, tal vez luego podríamos visitar a mi hermana en Nueva York —dice y me separo tomando su rostro.

—¿Ya quieres presentarme a tu familia? —la miro con diversión.

HémeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora