Observó a los lados cruzando hacia el edificio que precisaba detalles de estructura gótica; en el lugar la esperaba una pelirroja teñida quien ni siquiera se enteraba que aguardaba por ella.
Tocó dos veces a la puerta.
—¡No hay nadie!
—¿Ah no? ¡Explícame cómo es eso posible!
—¡Si eres la de los ojos bonitos entonces pasa! —la escuchó con más presencia acercarse a la puerta —Está abierta para ti, siempre lo está. —dijo mostrando los dientes cuando se recogía el cabello de brevedad y estaba en poca ropa. —¡Margaret!
—Ay, por favor no. Cuántas veces más debo repetir que no me llames así.
—Pues yo creo que es lindo, no entiendo porqué no te agrada, Margaret...
Bufó y volteo los ojos. —Lo dice Irina Amelie Robbie, la mujer más quejosa que conozco, incluso después de mí y quien pretendía cambiar su nombre.
Irina Amelie Robbie, tenía veintisiete años, uno setenta y dos en estatura, piel de tono medio, de sonrisa grande y labios apetecibles, ojos verdes oscuros y de personalidad directa que sin duda emanaba poder. Comenzar a describirla era destacar valentía como fiel característica; su padre nunca fue un hombre tomador ni mucho menos mujeriego, pero tenía un gran defecto en cuanto a rectitud se refería. Nunca mostró señales de respeto hacia su hija incluso siendo la "favorita" al encontrar la forma correcta de educarla, lo que tal vez lo había cegado justificando las formas poco razonables de querer ser un padre ejemplar.
Aun así, su madre nunca parecía decir o hacer algo por contradecirlo, pensando que el castigo era de merecer cuando se encontraba con una Irina malcriada y desobediente. Quizá ser la mayor ocupó un papel importante en todo, y por ende, privilegiarse con ser "la oveja negra de su familia" terminaba por serle divertido.
—Lo dejaré pasar esta vez. Solo esta vez. —terminó por señalar con el dedo.
—Gracias por la bienvenida, yo también te extrañé. —demanda Lennon en aire sarcástico mientras se acomoda en el sofá y reparó el lugar. Era extraño tanto silencio prolongado, ni siquiera se alcanzaba a escuchar una pieza de The Verve siendo ese su grupo favorito —No pregunté antes pero por qué estás tan... —y ya no hacía falta entender —No, dime por favor que no está aquí, lo que menos quiero es volver a verte a ti y a él desnudos.
—¿Eh... quién? —Lennon la miró con obviedad —¿Alexander? ¡Oh, por favor Lennon!
—Alexander, sí, no veo de cuál otro estaríamos hablando, y que para completar tu suerte no vive lejos de aquí. ¿O no es de él de quien estamos hablando? —no había caído en cuenta antes pero su amiga parecía algo impaciente.
—¡Por amor a nuestro Dios, qué insinúas! ¡Y no! no coloques esa cara de juez porque haces que piense en mi padre. Verás, solo fue un beso... bastante extenso, pero un beso al fin, además fue él quien lo hizo. ¡¿Por qué de pronto creíste que me acosté con él?! Solo nos hemos visto un par de veces y me creas o no, siquiera ha pisado este lugar.
—Ajá, eso quieres que crea, porque ahora tú vas con él, a su casa. Por favor Robbie, no ofendas mi inteligencia, sé quién eres.
Irina sonríe.
—Oye cómo te atreves a decir eso, la ofendida debo ser yo; si hubiese querido llevarlo conmigo a la cama ya sería un hecho. Además mis planes con él van más allá del sexo, lo creas o no, hablo en serio.
—¿Es eso así?, bien, necesito que me lo expliques entonces.
—Es... que enserio me gusta... más, mucho más de lo que puedo admitir... justo... ahora. —confiesa susurrando con pena.
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Cartas a un extraño
Romance¿Te gustaría escucharme? Es que, quiero compartir contigo una historia, una de esas de las que "no se tienen memoria", una donde extrañamente entiendes lo que digo solo porque a veces, y solo a veces, es inevitable que todo se dirija de atrás hacia...