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Memento vivere.

Dos y cuarenta y cinco de la madrugada.

Ezra entró a la casucha con una bebida y galletas, posiblemente las más baratas que pudo haber conseguido en cualquier parte.

Paseó la mirada por el lugar intentando ver al menos la sombra de Oliver, pero al no encontrarlo, continuó el paso hasta la habitación. Se detuvo un instante y miró las cosas en su mano sin entender muy bien sus propias acciones; así que un segundo después, continuó deteniéndose precisamente donde él creyó que debía hacerlo. Y se hincó en los pies.

Las lágrimas de Lennon le recordaban las suyas propias, esas que a veces le costaba dejar ir pero que ella parecía simplemente hacerlo; lágrimas que escapaban por ambos. Y quiso creer que así era. Quiso creer que era por la idea de que ninguno de los dos encajó correctamente en las flechas que el tal cupido no supo disparar.

Aún así, solo intentar secarlas de sus hinchados ojos hizo que Lennon fuera reacia al tacto.

Y un suspiro se le escapó.

—Se supone que no debía ser tan malo estar aquí. —y, cuán estúpido debió sonar aquello si hasta él mismo levantó una de las comisuras —Sí, tampoco esperaba que te sintieras en la gloria ciertamente... Ya deja de llorar de una bendita vez, comienzas a irritarme. He traído algo para ti... Lennon, he dicho que dejes de llorar ya joder. —dijo sacando las galletas y desenvolviendo la bebida —Toma; bébela.

—No la necesito.

—Hazlo. —puntualizó cada vocal.

Intentó no refutar, pero le era casi que inevitable. —Imagino que el veneno es suficiente, ¿verdad?

—Solo cállate y bébela. No sabes lo que dices.

Lennon se sentó como pudo para recibir un sorbo de la botella; sin embargo, Ezra no se inmutó más de lo debido logrando crear un juego de miradas. 

—¿Vas liberarme para tomarla? —enfatizó mostrando sus muñecas aprisionadas.

—Muy lista, pero no cometería ese error.

—¿Qué error exactamente; dejarme morir, soltarme o enfadar a tu preciado Oliver? ¿Sería un error de verdad, o es porque le tienes miedo?... Pobre señor Triana, llorar la muerte de Lennon para que Ezra llegue al rescate y regocijarse. —concluyó sin un mínimo de burla y ladeando un poco su cabeza. Algo que un segundo después consiguió ser imitado por parte del chico —¿No es el happy ending que estabas buscando, Ez?

—No, Lennon; el final feliz del que hablas ni siquiera existe. Y si lo hiciera juraría que no termina así. Me creas o no y más allá de merecerlo, ni Oliver ni yo estamos persiguiendo uno.

—Entonces... debo resignarme a esto solo porque ustedes así lo están decidiendo... No lo entiendo. No lo entiendo, Ezra.

—En última instancia no deberías entenderlo; yo tampoco lo hago.

Lennon suspiró entrecortadamente.

—¿Ezra, esto en serio te satisface? ¿Acaso no estás cansado? —se sinceró. Él no espabiló ni apartó la mirada —Debió ser un logro poder llegar hasta aquí y disfrutar verme como lo estás haciendo ahora, pero yo sé que esto no es lo que esperabas, esto... A qué sigues jugando.

—Irónicamente, ahí es donde no encuentro el sentido; y tampoco entiendo lo que te hace tan particular y singular ante los ojos de Charlie; ante tu estrecha relación con Irina Robbie; bastante linda por cierto, y tus fraternales y raros amigos extranjeros... —habló con sorna —Ante los ojos de Oliver siquiera.

Cartas a un extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora