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—Esto no sería interesante sin un incentivo para ti, ¿cierto?; uno de verdad.

—Por qué me darías algo sin recibir nada a cambio. No es así como juegas, siempre has sido claro al respecto.

—Los juegos suelen ser interesantes, mucho más cuando las reglas cambian, —dijo tomándole del mentón con una mano —¿no crees?

Ezra separó un poco los labios sin despegar la vista del apuesto hombre delante suyo. Así de fácil podía caer ante una caricia, así de embelesado podía estar cuando sentía cruzar la línea tan fina e invisible de no poder ser suyo a simplemente poder serlo.

—Muéstrame... Quiero conocer tus nuevas reglas... —susurró sin pensar y Oliver de nuevo sonrió con un poco de afecto y complacido por su respuesta.

—Apostemos; apuesta conmigo. 

Ezra lo determinó un poco más para al final terminar negando a su petición.

—¿Y por qué no?

—Perdería sin haber empezado.

—Apuesta conmigo, Ezra. Solo hazlo, por mí.

—Oliver; no veo que podría ganar en todo esto.

—¿Tienes miedo de perder?

—Perder... Es que yo... ¿No te das cuenta, verdad? —exclamó intentando evitar su agarre —Ya no tengo nada que perder, Oliver; y eso también es tu culpa.

—Entonces hazlo, si ya no tienes nada qué perder, puedes jugar conmigo. No tengas miedo. Déjame ser tu incentivo.

—Eso ni siquiera tiene sentido... Es estúpido, es jodidamente absurdo que te vendas a ti mismo.

—No, no lo es si es algo que te gusta. O quieres. O deseas. Es por eso que es lo que es, un incentivo.

—¿Y eso hará alguna diferencia; obtendré algo importante después? ¿Dejarás de someterme, seré más para ti? ¿Vas a pagar con tu cuerpo acaso? Dime qué voy a tener que sea lo suficientemente bueno para hacerlo.

Una risita apareció.

—Ezra, jamás creí que nada mereciera ser suficiente para ti; y nunca hablé de mi cuerpo para compensarte. ¿Eso es lo que quieres?, porque no lo veo como un problema en absoluto.

Luego de eso, un silencio quedó y Lennon espabiló concentrándose a la salida más evidente.

—No te subestimes Ezra, y tampoco lo hagas conmigo si quieres más. No has sido tímido nunca, y no es ahora cuando debes serlo.

—¿Más...?, te refieres, ¿te refieres al sexo? —dijo cuando pareció indignarse —Mierda. —murmuró menos fascinado. Y era cierto; su único interés no pasaba más allá del placer —...Sé que eso es lo que quieres que diga. Quieres que te diga que me cojas y eso te hará sentir bien de todas las jodidas formas posibles solo por confesarlo. Por qué es tan satisfactorio para ti, por qué... disfrutas aprovecharte... Me molesta.

—¿Acaso no quieres que lo disfrute igual? A mí me encanta; me gusta jugar contigo y que también disfrutes... Empotrarte en donde sea que quieras... El placer es compartido, ¿no es eso lo que dicen?, y ambos lo disfrutamos.

Las miradas entre ambos en ningún momento vacilaron. Las cejas de Ezra se encontraron casi en un puchero, clavando su mirada ámbar en los labios de Oliver, deslizándose poco a poco hacia ellos con la necesidad de tenerlos.

—Solo tienes que pedírmelo. —y entonces se detuvo.

—Por favor, ya no me enredes más... ¿Por qué haces esto conmigo?

Cartas a un extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora