Matar bien

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—¿Eliot? —me apresuro a tomar su mano antes de que se vaya de mi lado, y quedo pasmada cuando sus ojos se enfocan en mí, como siempre lo hizo, intentando reconocerme.

Acaso, ¿sabes quién soy?... ¿Lo sabes?

—Eliot Thompson. Sé que eres tú...

—¿Por qué insistes en buscarme, Lennon?

—Yo... No lo sé... Creo que te convertiste en algo más que solo una fantasía en mi cabeza... y por eso siempre vendré por ti. A verte cada vez que sea posible.

—Preciosa mía, no puedes quedarte aquí para siempre.

Sé que es verdad, pero no puedo evitarlo. Me gusta verlo, me gusta que me vea como yo lo hago con él; y me gusta escucharlo cuando habla y dice mi nombre. 

Mis ojos se humedecen y él se acerca más a mí tomando mi rostro entre sus manos, tan suavemente que me pierdo en el toque que lo caracteriza; en sus hermosos ojos grises que siempre contrarrestaron perfectamente con los míos, y en esa perfecta voz que todavía me calmaba.

—Es aquí donde siempre podré verte... Por favor no me pidas que me vaya.

—Pero no puedes quedarte, mi amor... 

—...Eliot...

No puedes, Lennon. No cuando al fin te encontré.

Despierto por el incesante sonido del teléfono; llevo las manos a mi rostro para después observar un punto fijo en cualquier parte de la habitación tomando por un segundo distancia de la realidad solo para quedarme en ese idílico sueño.

Suspiré y tantee mi rostro otra vez cerciorándome que en efecto, había llorado mientras dormía. La verdad era que, a pesar de suspirar y entrañarlo con todo mi ser, ciertamente, comenzaba a doler mucho menos.

"Es tiempo de dejarte ir..."

Me incorporé en la cama sacudiendo la cabeza y tomando el móvil cuando comenzó a sonar de nuevo y antes de que terminara el último pitido.

—¿Sí? —contesto con la voz todavía un poco somnolienta, sin embargo, el silencio en la línea no cambió en absoluto; lo que me hizo observar el aparato y detallar el número que no reconocí; y, por consecuente, volviendo a llevarlo hasta mi oreja con curiosidad, pero casi que al instante, la llamada terminó.

Llevé las manos al rostro palpando a toquecitos mis mejillas y buscando estar más atenta. El sonido del teléfono se hizo presente de nuevo, pero el resultado fue el mismo.

Aun así fruncí el ceño cuando volvió a sonar una vez más y casi contestando un poco exasperada la tercera vez.

¿Preparada, hermosa mía?

La línea cayó después de varios segundos y el móvil aún seguía en mi oído. Cualquier atisbo de sueño se me esfumó con aquellas palabras, y aunque solo habían sido tres, entendí  perfectamente lo que significaba.

Cerré los ojos, repitiéndolo en mi memoria cuando escuché la voz de Oliver. Y todavía estando en frenesí, pude sentir los latidos de mi corazón tan rápido como hacía tiempo no lo había hecho por la tensión de una posible amenaza.

De nuevo mis manos temblaron cuando el teléfono volvió a sonar. No iba a contestarlo, no iba a hacerlo, pero quizá un morbo muy a fondo de mí me insistía a que lo hiciera.

Entonces tomé una gran bocanada de aire y jadee esta vez cuando me di cuenta de que era Irina.

—Irina...

Cartas a un extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora