Lennon pasó sus manos por detrás del cuello de Eliot, acercando su nariz con la suya sin dejar por alto el roce que sentía en las piernas. Eliot, había arrastrado las manos en su nalgas, apretando y recorriendo aquel cuerpo que le permitía tomarlo como suyo. Y lo que primero fue desesperado encontró la manera de llevar un ritmo carnal y paciente ante la necesidad de tentar, de chupar, de lamer y acariciar en cada pedazo de piel que era visible en su cuerpo; pero consiguiendo el último deleite siempre en la boca.Los chasquidos de los besos se escuchaban en el silencio de la habitación, acompañados también de gruñidos, jadeos, pulsaciones a mil y un notable calor que les sofocaba. El roce de su miembro en los pantalones cada vez que chocaba con ella le hizo levemente gemir evidenciando un pequeño impulso de apego como signo de excitación.
—Tus ojos en mí. —murmuró Eliot cuando le deslizaba los jeans.
Asintió, retando a esos grises sin perderse de ningún gesto, pues, incluso el bochorno, se lo permitía; tanto como para incitarle una provocación.
Eliot desabotonó su camisa tirándola en cualquier parte para después aflojarse el pantalón. Gateó hasta encontrar nuevamente su boca, recorriendo su clavícula para volver a sus labios y morderlos; siguió a sus pechos chupando y tirando de ellos mientras la escuchaba jadear y su miembro parecía no poder tensarse más. Bajó poco a poco, arrastrando la punta de su nariz por todo su centro hasta llegar y besar su pelvis, creándole una contracción en el abdomen y logrando erizarla ante el tacto, y liberando también en ella un cosquilleo que apoderó sus ganas de querer sentirlo todavía más rápido dentro suyo.
Lennon tomó la mano de Eliot y la llevó a su boca propinándole un beso, incitando a tentar su propia lujuria y el deseo del hombre que hasta ese momento parecía muy correcto. Lamió la punta de uno de sus dedos, depositándola otra vez en su pecho sobreponiendo su mano a la suya y apretando uno de sus senos. Todo ante su atenta mirada.
—¿Tratas de seducirme? —murmuró con la voz ronca, y sin evitarlo, otra vez el color llegó a la punta de sus orejas de golpe. Cerró los ojos por la vergüenza; su pecho subía y bajaba ante el agitado momento e intentó mojarse los labios una vez más, pero incluso la vergüenza le permitía seguir sintiéndose plenamente excitada. Así que solo sonrió.
Por su parte, Eliot, había conseguido levantarse y desnudarse ante sus ojos; luego, volvió a tomarla del mentón consiguiendo aprisionar las manos de Lennon por encima de su cabeza, sujetándolas a una mano y oprimiendo su miembro contra ella, logrando otro jadeo sin anticipación como respuesta, y otro más al que él también acompañó con voluntad.
—Siéntelo. Siente cómo conseguiste seducirme. —murmuró quedándose en sus cautivantes ojos ámbar, pasando la palma de su mano por toda la intimidad de la chica, y a lo cual ella, quien había mordido su labio, buscó por segunda vez un poco más el contacto levantando la pelvis cuando introdujo dos de sus dedos.
—¿...Te gustaría que suplicara para que me hicieras tuya ahora...? —gimió.
Eliot, la vio entre ojos.
—...Es posible que el deseo no te deje pensar correctamente esta noche... —le dijo deslizando y toqueteando en su sexo a un ritmo que ella consideró perfecto —Pero estoy tan duro como para creer que también sigo cuerdo y no cumplir ese capricho.
Sacó sus dedos húmedos, le propinó un beso y salió de la cama hasta arrodillarse en los pieceros, arrastrándola hasta su rostro, abriéndole las piernas y volviendo a sucumbir e impregnarse en su sexo.
Lennon, volvió a gemir ante la desesperación y suspiró cuando la lengua de Eliot lanzó una perfecta lengüetada otorgándole una placentera y sincera reacción. Gimió todavía más por aquel primer roce y apretó las sabanas cuando Eliot consiguió volver a ayudarse con uno de sus dedos arrancándole no solo una sensación. Como pudo, se apoyó en los codos buscando la manera de hacerlo detenerse o sencillamente suplicar para ir en dirección a su ansiado clímax.
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Cartas a un extraño
Romance¿Te gustaría escucharme? Es que, quiero compartir contigo una historia, una de esas de las que "no se tienen memoria", una donde extrañamente entiendes lo que digo solo porque a veces, y solo a veces, es inevitable que todo se dirija de atrás hacia...