Realidad

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Una pesada sensación de cansancio se apoderaba de todo mi cuerpo. Al abrir los ojos me obligo por varios segundos a volverlos a cerrar cuando la luz me molesta; un segundo después, quedo perpleja mirando al techo que parecía encandilar mucho menos.

Mi cuerpo rígido poco a poco comienza a responder ante los movimientos pausados que consigo dar. En un intento de llevar mi mano hasta mi rostro, esta parece pesar más de lo que recordaba, así que no intento pelear y la vuelvo a dejar caer.

Es una habitación de hospital, lo sé, y solo tengo que confirmarlo a mi costado. Podría reconocer ese característico pitido del monitor en donde sea.

Intento pasar algo de saliva pero termino dando un carraspeo y la sensación en mi garganta hace que arrugue el rostro.

¿Qué sucedió conmigo? ¿Tuve un colapso acaso o por qué de pronto todo es tan...? 

Diferente...

—L-Lennon... 

Busco la voz, no sin antes ver un sillón en el que reposa un abrigo y una bebida que desprende un hilo de humo en la mesilla, las cortinas de la habitación están un poco abiertas y ahora me doy cuenta que nunca fueron las luces encendidas —Dios mío... ¡Oh, santo cielo!

—¿Q-qué...? —aprieto así mis puños con la mayor fuerza que mi cuerpo fatigado me permite ejercer, sintiéndome consternada por el enredo de cables que se aferraban todavía a mi cuerpo.

—Dios mío, cariño...

Es... Es Hellen, es mi madre y está mirándome anonadada con una mano en sus labios por la impresión y unas ojeras que supuse eran de la sola preocupación que tuvo por... ¿por cuántas noches exactamente?

Le miré, y como pude le sonreí y el brillo en sus ojos por las lágrimas no dejaba de consternarme, rápidamente la vi acercándose e intentado, delicadamente, rozar mi rostro.

—Por fin despertaste. —me susurra —Sabía que lo harías. Yo sabía que sería así.

—¿Des... Despertar de qué exac...? —una mueca casi parecida a un puchero se asomó cuando sentí el ardor en la garganta otra vez cuando procuré recomponerme; y la única molestia que lograba sentir era la suficiente pesadez de la que no me podía librar.

—No, no, por favor. Espera, mantente tranquila.

Mi intento por hablar era insignificante; así que solo traté de poner las cosas en mi cabeza, sin embargo, algunos dispositivos en mi pecho y por encima de la bata se logran robar mi atención.

Joder, no consigo encontrar una explicación para ubicarme aquí y eso me asusta, siendo eso lo único que quiero saber.

Mi pulso comenzó a elevarse y fui consiente de aquello cuando mi madre terminó oprimiendo un botón.

—¿Qué hago aquí? —articulé, lo suficientemente alto como para que me escuchara.

—No te esfuerces por favor, no digas nada ahora. Ya tendrás tiempo de entenderlo. —pasó una mano por mi cabeza tratando de tranquilizarme con un gesto que sentí demasiado agradable. Pero todavía me observaba, con los ojos acuosos y detallando mis facciones, aguantando con gestos las ganas de hipar y yo intentando no ceder como ella —Ha sido un buen tiempo y eso te podría afectar más, por eso no quiero que te lastimes. No te fuerces porque entenderás todo. Poco a poco. El doctor estará aquí pronto, ya debe de saber que has despertado y todos... Se preocuparon y no dejaron de visitarte nunca. Este chico Landon; Alexander, Irina y Ezra, han estado contigo también todo este tiempo. —de pronto su rostro se recompuso por un instante —¡Oh dios, debo avisarles! —y antes de que pudiera retirarse por completo, tomé su mano logrando que me mirara de nuevo, suplicándole una explicación —...Cariño... —dijo y besó mi frente —Tú ya no tienes porqué llorar.

Cartas a un extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora