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Detonante a la fantasía.

Ciertamente Oliver no parecía irse nunca con rodeos, tal vez su filosofía era simple y muy determinante. Su pasado o las situaciones que pudo enfrentar tal vez influenciaron la visión de lo que era en el presente, y aunque seguramente así había sido, su forma deliberada de hacer las cosas, en ocasiones, pudo ponerlo un poco en desventaja. Al final, como él había dicho, era confuso; pues su mundo cuadrado carecía de sentido cada vez que decidía entrar de lleno a sus sentimientos, esos que parecía no dejarse sentir pero que brotaron plenamente por ella. Y era la culpable de eso.

Oliver, entrecerró los ojos sin apartar la mirada ni un segundo.

—Basta, deja ya de hacer eso... —lo que Oliver delataba con o sin intención la llevó a encarar su mirada pronunciando un poco su ceja.

—¿Tocar tu mano?, es algo que me gusta.

—No, me estás mirando fijamente. Y creo que siempre lo haces.

—¿Por qué debería dejar de sentirme bien solo porque tú no lo entiendes?—exclamó con demasiada ironía.

—Así que ahora copias mis frases. —rompió la intensidad del contacto echando un vistazo a la ventana por conveniencia.

—No quise, pero no pensaba perder solo porque no tenía algo bastante bueno qué contradecir. —sonrió —Dejaré de hacerlo, lo que menos quiero es fastidiar nuestro momento, que son pocos, por no decir que breves.

—Pero sabes que podría no ser así... ¿Verdad?

Oliver suspiró.

—Si... Si alguna vez sientes que te estoy fallando por favor aléjate de mí. Debe quedarte claro lo sumamente importante que eres. —y su reacción fue hacer solo un claro mohín por sus palabras.

—¿Eso quieres? ¿Incluso cuando me dices que sería difícil para ti?

—... —entonces Oliver se lo pensó un poco más —No. Pero a veces creo que es lo que va a pasar.

—Oliver...

—Lennon, hoy, a mis veintiocho años, te vuelvo a confesar una vez más que estoy enamorándome absurdamente de ti.

—¿Por qué es tan importante mencionarlo ahora? —dijo confundida —Por qué es... Es como si

—¿Como si no tuviera oportunidad de decírtelo otra vez? —Oliver tiró de su cabello detrás de su oreja; y la sonrisa fue desapareciendo de a poco siendo ella quien sostuvo su mano ahora.

—¿Debería preocuparme por esto, Oliver? 

—No hermosa, no hagas nada como eso... —sus palabras sonaron sinceras, pero aquello había sido lo suficientemente ¿inusual? como para entenderlo. Entonces, Oliver extendió su mano en el pecho —Aunque creas... que no hay nada particular entre tú y yo, puedes saber que le haces bien a todo mi bendito sistema, Lennon Clent. Y eso es más que suficiente.

Su ceño ligeramente fruncido se desvaneció para aceptar el cumplido. A eso se refería cuando creía que el hombre delante suyo era completamente impredecible. Un suspiro se le escapó para luego acercarse a sus labios y besarlo muy exhaustivamente otra vez.

—Te lo doy como un obsequio, —susurró —así puedes preciar todavía más tu satisfacción de grandeza, señor víctima. —Oliver sonrió, plantó sus antebrazos en la pequeña mesa que los separaba con la intención de fijar la vista nada más que en su boca.

—Me gusta tanto ser yo quien provoque ese color en tus mejillas... ¿Crees que debería mostrar un poco más mi melancolía para seguir ganando cosas como esta?

Cartas a un extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora