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Organizó las últimas cosas que llevaría, el mínimo gusto que antes sabía desbordar yacía desechado en la basura. Si bien lo que menos necesitaba era una decepción mentalizó sacar provecho a la situación después de todo. Algo debía salir bien. 

Sentada en uno de los bancos de la estación, llevaba un distraído contoneo en su pie derecho y una ansiedad que se permitía por cada poro; una que le pedía con desespero escuchar su abordaje de una vez por los altavoces de la estación de tren. 


[...]


Apoyó su cabeza en su brazo buscando de forma cómoda poder mirar el tranquilo cielo de la tarde en la ventanilla y suspiró sonoramente. ¿Sería ese un nuevo capítulo familiar lo suficientemente bueno?

Bufó.

A su vez, pensó en Oliver, que a pesar de todo nunca se convirtió en suyo y que ya no pasaría, porque aunque no lo admitiera, distanciarse también era precisamente lo que andaba buscando.

—Lo siento Oliver, pero también quiero ser egoísta.

¿Qué era una vida sin complicaciones, sin temores, y sin las consecuencias de una decisión?

Bajó las comisuras de los labios propinando crédito a su particular manera de pensar, aceptando que encontrar regocijo en su antiguo hogar no parecía tan malo después de todo; e inundada de recuerdos, aun tuvo oportunidad de chocar la mirada con el hombre que iba unos asientos después y que intencionalmente no parecía dejar de estudiar cada facción propia de ella.

Directamente se volvió una competencia de quién fuese más esquivo, siendo ella quien diera las de perder e ignorando el hecho de que le había disgustado hacerlo y casi sonriendo de forma burlesca para sus adentros.

—Bien, qué es una victoria menos. —musitó.

[...]


Vio a su padre esperándola con esa típica sonrisa paternal mientras le abría gigantescamente los brazos, a lo cual sonrió encaminada hasta él.

—Señor Clent. —y entre el tumulto de gente el abrazo pareció durar más de lo que ambos hubiesen esperado; pues, negar un sentimiento no disipaba el hecho que se mantuviera vivo. Le agradaba aquello, le agradaba su padre y sus momentos emotivos más de lo que supo reconocer.

—Ahí estás, mi ojos bonitos. Ya te echaba mucho de menos. No sabes lo feliz que me hace verte.

Le agradó esa primera impresión, sinceramente reconfortó a su corazón que se encogió al ver abnegados sus ojos. Después de todo, después de tanto y después de todo ese tiempo.

—Creo que no mentías cuando dijiste que ser un amo de casa te estaba haciendo feliz. —le separa una mota imaginaria de suciedad del cabello medio canoso —Las canas incluso te sientan bien y las gafas te aluden el seudónimo de veterano.

Charlie chasqueo la lengua. —¡Tks!, mira que podría llorar por ese comentario así que deja de persuadirme. —ambos sonrieron —¿Has tenido algún inconveniente en el vuelo o el tren? —Lennon negó.

—En absoluto. —fugazmente recordó al hombre del vagón y por instinto echó la vista por un segundo hacia atrás solo por curiosidad —Todo muy bien papá. Dime, ¿ha sido arduo separarte de tu confort un par de horas solo para recibir a tu hija en la estación de trenes? Sabes que pudiste haberme esperado en casa.

—Bueno, no sé porqué razón creí que ibas a extraviarte, entonces, como medida de precaución: aquí me tienes. —dijo dirigiéndose al auto y poniéndolo a andar.

Cartas a un extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora