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El silencio sofocante y la necesidad de salir corriendo como fuese determinaban la pesada cena. De frente; Ezra quien masticaba por inercia sin despegar la vista del plato. Y a su lado, su padre, que figuraba lo mismo sin siquiera llevarse un bocado.

Lennon inspiró, profundamente, e incluso si no supo qué decir como tantas veces, aún así lo primero que hizo fue facilitar una disculpa.

—Ezra... Lo siento... —dijo buscando el aire que se le escapaba otra vez —Sé... que mereces más que una disculpa... pero... —no obtuvo ninguna respuesta consiguiendo que aquello fuese más incómodo de lo que era —Por favor acéptalas... —y de nuevo el silencio tan característico le advirtió que ya no tenía nada más que hacer ahí —Iré a descansar. Buenas noches. —su voz fue quedándose hasta solo tomar la decisión de levantarse de la mesa.

—Adiós, hermosa Lennon. —escuchó de mala gana de Ezra quién se levantó para largarse igual.

Se quedó de pie analizando la invitación que le daba, la tediosa y cansina insinuación hasta solo saber bufar, voltear y ya no pretender fingir estar en calma.

—¿Puedo saber de una vez qué es lo que pasa contigo y conmigo?

—¿A qué te refieres con pasar, Lenn?

—Ya deja de joderme. Es absurdo que sigas haciendo esto, sabes de lo que estoy hablando.

—Lenn, es demasiado agobiante adivinar lo que andas pensando, ¿no te parece?

"Mierda". —Por qué por una maldita vez no dejas de tener el comportamiento de un adolescente que ya no eres.

—Lennon, Ezra; suficiente. —Ezra miró hasta su padre que lo retaba de vuelta pero optó por volver a clavar la vista en el peculiar ámbar que compartía con su hermana.

—Tú... —parecía que le costaban las palabras, así que agachó su rostro tomándose el tiempo para evitar levantar las comisuras y acomodar su ropa —Esto no va a funcionar. Me largo antes de que haga algo de lo que ni siquiera voy a arrepentirme. —confesó —Solo ten cuidado, hermana, que por querer ser loba podrían terminar por cazarte y créeme, no te va a gustar que pase.

—Carajo. —farfulló —¿Esa es tu respuesta, en serio? A estas alturas deberías tener tantas razones para justificar el absurdo disgusto. Ezra puedes hacerlo, puedes culparme de todo pero no veo realmente una, una bendita razón, no la suficiente para entender tu actitud y las estúpidas ganas de ser un idiota.

—No tengo porqué demostrarte nada. Deja de creer que tu actitud bondadosa, buena niña y a la vez de no me importa una mierda está haciendo algo bueno por ti. ¡¿Que acaso no te das cuenta?! ¡Le pones un maldito drama a todo!

—¿Bondad y actitud de mierda?, no. Parece que te describes a ti.

—¡Les dije ya basta! —se inquieta Charlie y por un impulso Ezra golpea la mesa.

—¡No, basta tú! —le apunta con el índice —¡Estoy harto! ¡De ti, de ella, de esta mierda que tienen como casa! Me están jodiendo la vida, ustedes lo siguen haciendo, y ya estoy cansado. ¿Van a seguir apostando a reconciliarse?, adelante, así nos convertimos en víctimas juntos pero sus caras llenas de misericordia barata, sí que logra ofenderme.

—Ezra, no te das cuenta todavía, ¿verdad?, —Lennon dio unos cuantos pasos hacia él —eres tú el centro del problema aquí; así que no te creas menos egoísta por no justificar lo que haces. No es así como vas a solucionar el problema que consigue ofenderte. Esta es la vida real, y nadie va a salvarte de ti mismo.

—Vida real. Vida real dices... Hermosa Lennon, ¿estás segura que soy yo a quien deberían de salvar? Porque, considerablemente, tu miseria parece más grande que la mía.

Cartas a un extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora