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Luego de lo que pareció ser una acelerada noche en el bar, Alex y Landon terminaban de cerrar el pub y poner las cosas en su lugar, Lennon por su parte extendía sus brazos y se reclinaba en la barra para estirarse lo suficiente.

—Qué mierda. Ya creo entender porqué estabas molesta. Mi cuerpo fue tan masacrado esta noche que ni siquiera puedo sostenerme. Jodida mierda. —farfulló el tatuado arrastrando una silla y sacando una cajetilla de cigarrillos para liarse uno y de paso ofrecerles. 

—¿Qué no crees? La histérica noche de hoy o que este de aquí, osea tú, por si no me entiendes bien, sigas fumando aquí cuando incontables veces te hemos dicho: No lo hagas, sabes que no puedes. Cabrón.

—Alex, tampoco quieras joderme enserio...

—Estúpido Landon, te vuelves irritable cuando te conviene; no se lo pongas tan fácil al jefe sino yo mismo le diré que no solo fumas en su oficina sino que coges con sus clientes ahí; y ya guardarte los cigarrillos que nadie quiere acompañarte a morir tan pronto.

Pero más que ser una ofensa, el comentario del hombre le hizo sonreír. 

—¡Tks! Vamos, hay que bajarle a la hipocresía, si el buen vicio me lo pagaste tú, hombre. —pero entonces obediente retiró el cigarrillo de su boca para volverlo a colocar en la cajetilla subiendo las manos en forma de tregua —Me seduce la idea de irme a su oficina en este momento; lo admito, pero estoy muerto en vida, y no creo que quieran que despidan a su preciado Landon tampoco. Sé que suplicarías al jefe para que no deje este lugar, mexicano.

—Bueno, pues, las personas cambian de parecer regularmente, —Alexander baja la comisura de sus labios —no veo por qué yo no podría, británico.

—Por favor amigo, no encontrarías un mejor tipo que yo, ni aunque volvieras a nacer. —dice aparentando ofenderse y el mayor termina una mueca haciendo sonreír a Landon y contagiando el buen humor a Lennon —Idiota, deja de burlarte de mí. Pero hoy no me apetece joderle la vida.

Landon J. Bennet, sin duda el tipo extrovertido y simpático al que todos alguna vez quisieron golpear o repetir una noche; tal parecía que el pelinegro de veintiocho años y dotado de buenos genes y experiencia sabía conseguir sus fines sin importar cual fueran, características que por supuesto, junto a su personalidad y sus tatuajes lo llevaban más allá a solo concluir ser irritante, buen fumador y seductor.

—Y, pequeña tú, ¿estás de acuerdo con lo que este viejo me dice o sí me acompañarás con uno antes de irnos?

—Tu oferta es generosa, Land, pero no voy a liarme un cigarrillo así que gracias de nuevo, pero vuelves a perder. —respondió ella.

—Bien, a tus ordenes; a partir de ahora puedes considerarme fan de tus respuestas si es así como me ayudas a cuidarte. —y de pronto cruza las piernas determinándola un poco más —Pocas veces te vi como hoy. De hecho, casi puedo asegurar que nunca, ¿hay algo de lo que quieras platicarnos?

Negó.

—No, yo solo... no he descansado bien, no me hagas caso.

—¿Es eso así? —Landon frunció el ceño no muy convencido. 

—Por supuesto, ¿ves alguna razón por la que tendría que mentirte? —y entonces el tatuado arrimó los hombros.

—Lennon, sé que esto puede ser tedioso, pero no hagas que pese más. Si de verdad necesitas descansar eso deberías hacer. Deberías, qué sé yo, distraerte, hacer cosas divertidas, ya sabes, las mujeres pueden hacer tanto como quieren. Sé que me entiendes. —concluyó Alexander haciendo una que otra mueca intentando que le entendiera a la perfección —Además, tienes una muy buena... ¿cómo se dice? ¿consejera, maestra? que te puede asesorar.

Cartas a un extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora