Superar el miedo

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Ha pasado un día desde la última vez que nos comunicamos con Oliver. Landon se había encargado de alertar a la policía, pero la desesperación gobernaba nuestra mente y todos los sentidos. 

Quizá, la policía entendía de razones más que nosotros y por supuesto que sabía qué hacer, pero, por otro lado yo, entendía la forma deliberada de actuar de Oliver Triana. 

Y era algo que llegaba a asustarme.

No fue muy difícil saber cómo buscar si Sienna me había dado el punto preciso en dónde hacerlo. También recordé que alguna vez me habló de una propiedad en las afueras de la ciudad; y aunque nos tomó algo de tiempo hallarla entre tantas propiedades al fin estamos aparcando delante de ella. Ciertamente los árboles ayudaban a su camuflaje, y aunque a primera vista me hubiese parecido acogedora ahora solamente representaba una sentencia.

"Justo en la boca del lobo."

Justo como él lo quería. Estaba desesperada, sí. Temía por Ezra desde que lo supe. Temí por él y por cualquier cosa que Oliver hubiese ocasionado para cumplir sus caprichos, porque sus decisiones habían sido determinantes. Y del mismo modo no dejaba de sentir angustia por Irina y por Landon que fueron más que testarudos en desafiarlo junto a mí.

Nadie decía nada, sin embargo, todos, incluyendo Hanna y Alexander quienes habían salido ilesos, procurábamos honrar de una u otra forma la misma frase:

Hay que estar bien. Debemos estar bien.

Farfullé por lo bajo y apreté los puños. Ver a Hanna llorar desconsoladamente en los brazos de Irina y Alex y luego pasar a los míos había removido todo de mí. Ella me pidió disculpas cuando debí ser yo quien lo hiciera. Lloró por no poder ayudar a Ezra cuando tampoco debía hacerlo porque no era su responsabilidad... Era la pequeña niña de todos nosotros, era aquella chica inteligente y agradable que envolvía a todos con su energía incluso al bailar, y por una situación que no supe manejar, su vida casi se apaga. Y por eso le pedí a Irina que me perdonara; y aun en una situación tan determinante, ella y Alex seguían apoyándome.

Volteé a ver a Irina por el retrovisor sin ninguna emoción que me delatara y ella pareció verme de la misma manera cuando casi estábamos en la puerta de la propiedad.

Landon salió del auto a nada de apagar el motor e Irina y yo intentamos seguirle detrás. Sin necesidad de un toque a la puerta esta se abrió encontrándonos a Sienna que quizá nos detallaba desde mucho antes por alguna ventana, y terminando por quedarse en el rostro de Landon frente suyo.

—¿Vas a quitarte o debo pasarte por encima?

—No eres a quien están esperando.

—Ni una mierda a quien espera y jódete. —ante la última palabra Sienna lanzó un golpe cerrado hasta su cara. Después de aquello, Landon parecía buscar el lado cómico de lo que acababa de suceder.

—No seas mal hablado.

—El tipo le ha puesto agallas... Cabrona.

—Sé que no vas a golpearme; no puedes hacerlo y voy a denunciarte si lo haces.

En un santiamén Irina se pone al frente copiando el movimiento y lanzando con suficiente fuerza y tal vez impotencia una bofetada que le voltea el rostro a Sienna, quien solo soltó un quejido.

—Tu profesora te golpeó, ahora ve denúnciame niña estúpida.

Sienna lleva la mano hasta su mejilla redirigiendo por primera vez su atención a la pelirroja.

—Nunca tuve intenciones de hacerle daño a Hanna. Es... Después de todo, la consideré mi amiga, ella me lo dijo, y yo le creí.

—Pues no jodes a tus amigos.

Cartas a un extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora