05

94 12 0
                                        

Atentamente, O.

Cada momento era un ir y venir. Como un ciclo, de esos que se debía saber interpretar y qué conllevaban a un juego, ese en el que todos querían jugar sucio y que en un segundo se pudiera captar el jaque y con suerte no ser el mate de la historia.

Lo que había empezado con una conjetura ahora se convertía en una caricia que duplicó las sensaciones y el excitante momento; ambos mantuvieron un ritmo tan delicioso que les hacía sofocar, y tan necesitado e impaciente que el arrepentimiento les sobraba sin que consiguiera ofenderlos después.

—Eres... jodidamente exquisita... Cada centímetro de tu piel lo es, y eso me excita profundamente como no tienes idea. —apretó sus muslos con euforia y prosiguió a dejarle besos lentos desde el pecho hasta los labios —Eres malditamente perfecta. —dijo trastabillando hasta el buró de su habitación mientras ella le desabrochaba la camisa muy necesitada también—¿Me dejarás estar ahora dentro de ti? —exclamó en su oído tomando su cabello entre los dedos empujando más contra la madera y provocando una delirante fricción y haciendo que una u otra cosa cayera al piso.

—Deseo que lo hagas ya. —el jadeo de Oliver cesó solo para tragar y la vio fijamente a los ojos, a aquellos que tanto le gustaban mientras desabrochaba su pantalón y corría la bragueta.

Lennon envolvió con sus piernas las caderas de Oliver y continuamente sujetó su rostro para buscar sus labios, un leve temblor parecía dejarla en evidencia cuando, desnuda delante de sus ojos Oliver se introdujo en ella jocosamente, con pasión, afanado por las sensaciones y un gemido que luego ella acompañó.

Las estocadas comenzaron llevándola a un placer necesario, tanto como para verse en la obligación de suplicar más; la electricidad recorría su cuerpo vacilando en el orgasmo que le instaba a mover las caderas manteniendo un vaivén de estocadas duras y fuertes; directas y profundas que le empezaban a nublar el juicio.

Oliver tomó sus senos para lamerlos, apretarlos y hacerlos tan suyos como pudiera. Se apartó solo un instante para quitarse de una vez por todas la vestimenta sin perderle la mirada llevándola a horcajadas hasta la cama, subiendo por su cuello hasta llegar otra vez hasta su boca para morderlos y quedarse en ellos.

Y un jadeo se le escapó.

—Solo dámelo; cada bendita expresión y los sonidos que nacen por mi culpa... Todos, los quiero todos. —puntualizó cada palabra disfrutando demasiado de aquello —Dime que lo son, dime que son míos; tus jadeos y tu placer... —un sonido breve en asentimiento salió de Lennon sin la menor atención a lo que había dicho, y tan solo preocupándose por gozar de un ansiado clímax.

Y como un detonante, Oliver dio tres duras embestidas alcanzando el placer que le hizo profundizar una última vez. Dos inhalaciones, dos exhalaciones; ambos cuerpos erráticos y jadeantes por un orgasmo llevado a cabo y otro meramente frustrado y necesitado.

Lennon soltó el aire haciendo controlar su respiración, recostó su cabeza a la almohada y cerró los ojos.

—Hermosa... —Oliver le llamó buscando tomarla del mentón y a lo que ella aprovechó para atajarlo con los brazos en el cuello y tanteando en los labios queriendo conseguir su propio placer.

—Por favor... por favor... Todavía puedes solucionarlo... —y otra vez besó sus labios.

—Lennon, no, mírame.

—Te puedes hacer cargo, ¿sí?, por favor.

—Lennon, —un beso más —¡no, no, mírame! No, no voy a seguir ahora. —sin duda no había sido la respuesta esperada y su frenesí lo confirmó; y así mismo, Oliver retiró cualquier toque que ella estuviera intentando provocar.

Cartas a un extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora