—¿Estás segura de querer volver? —asentí sin voltear a ver a Hanna cuando me habló y solo observando la entrada del edificio. Se supone que aquí vivo... Eso hacía antes del accidente.
—Entonces iremos contigo. —dijo Irina, y asentí de nuevo sin objetar. Abrí la puerta del auto y cruzamos la calle. Al ingresar, ella cruzó un par de palabras con el portero, Hanna se adelantaba a presionar el botón del elevador y yo, por otro lado, solo sonreí cuando el hombre lo hizo primero, dándome la bienvenida.
Ni siquiera él había sido una verdad. Y solo suspiro al recordar al tal Jackson que fue imaginario.
Las llaves tintineaban en mis manos cuando abrí la puerta. El silencio sepulcral decía tanto y a la vez nada.
—Los chicos y yo estuvimos aquí para mantenerlo decente. Era difícil para Hellen, pero, tampoco quiso que estuviera tan deprimente y desaliñado cuando despertaras y volvieras aquí.
—Se los agradezco. —caminé por el espacio hasta sentarme en el sofá y suspiré grandemente —Estoy en casa. Otra vez.
Era extraño en cierto modo volver.
—Pero no es necesario que regreses aquí, ¿verdad?. Puedes quedarte con nosotras, sabes que a Alex no le importaría verte ser una indigente como yo todas las mañanas, y nosotras estaríamos contentas de que así fuera, ¿cierto Nina? —dijo Hanna y su hermana mayor asintió deslizándole un mechón detrás de la oreja.
—¿Entonces, juras que podrías levantarte temprano y hacerme de comer todos los días sin chistar por el resto de tu vida? Digo, es un trabajo duro perder tus preciadas horas de sueño, ¿no crees?
Hanna entreabrió su boca pero no contestó, en cambio, solo abrió las cortinas y se dirigió a la cocina amonestando que podía hacer siempre una excepción.
—¡No creo que mis platos sean tus favoritos, pero hoy puedo darte una muestra gratis! —habló un poco más fuerte cuando ya no la vimos. Yo sonreí, e Irina se acomodó a mi lado en el sofá.
—¿Estás segura de que quieres volver, aquí? —insistió Irina.
—Sabes que no puedo quedarme para siempre al cuidado de nadie más. Como sea, sé que mi madre extraña Dunster, y los recuerdos de Charlie; por eso debe estar allá.
—Bueno, eso ni siquiera es un problema.
—Lo sé, lo sé. Pero, realmente lo necesito, mi espacio... Además, no pienso temerle a la sombra de un tipo que parece haberse obsesionado nada más. Nina, todos tienen asuntos más importantes que solo dedicarse en atenderme. No sé si conseguirá volver, pero estoy alerta; y si aparece, es evidente que no voy a dejar que termine en una estúpida tragedia de nuevo. —sonrío tranquilamente —No es tu responsabilidad tenerme como una hija artificial.
—Por favor, como si no hubiera practicado ya lo suficiente. —dice mirando hacia la cocina escuchando un reproche de su pequeña hermana —Es tan astuta que habla con Alex a escondidas de mí; dice que ya es tiempo de que él y yo nos organicemos. —y de pronto su ceño fruncido me pareció gracioso —¡¿Organizar?! ¡No somos un bendito archivador! Hanna intentando mandar y ser yo ni siquiera me preocupa tanto como que ya tiene dieciocho. ¿Tienes una jodida idea de cómo será después de ahí?
—Evidentemente sí. Me parece que las personas le dicen karma, pero es pura genética, no lo sé.
—Claro. —rueda los ojos ante mi pequeño sarcasmo —Genética. ¿Sabes qué también?, le dice a sus amigas que ella y tú serán las madrinas de mis hijos, ¡puff! señor del cielo, ¿cuántos piensa que voy a tener? —y sin duda aquello me hizo reír —Lo único que podría conseguir es solo uno, nada más. Y que se llame Dakota. —termina satirizando pero yo me pierdo un instante en aquel nombre.
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Cartas a un extraño
Romance¿Te gustaría escucharme? Es que, quiero compartir contigo una historia, una de esas de las que "no se tienen memoria", una donde extrañamente entiendes lo que digo solo porque a veces, y solo a veces, es inevitable que todo se dirija de atrás hacia...