No llores enana

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Bianca

—Déjame explicarme.

Las lágrimas amenazan en derramarse pero las contengo lo más que puedo intentando reconocer a la persona que tengo enfrente quien parece alguien totalmente diferente a quien solía conocer.

—Habla — le ordeno.

—Veras — se acomoda en la silla frente de mi — me fue muy bien vendiendo tus venenos al principio enana, pero un comprador especifico me convenció en volverlo mi único benefactor. Si puedo decir que me resistí ante la oferta de la mafia siciliana al principio pero ante la cantidad obscena de dinero es difícil no querer traicionarte para arreglarme la vida.

—¡Yo te estuve salvando la vida por mucho tiempo idiota! — le grito.

—Lose, pero no me la resolvías permanentemente, no miento cuando digo que te quiero pero ellos exigían cada vez más y entendí que yo era su mejor opción es su juego de ajedrez que juega a algo más grande que solo a comprar veneno.

Gabriel procede a querer tocarme la mejilla pero lo alejo queriendo golpearlo en la cara pero no puedo.

—¿Desde cuándo? — exijo.

—Cuando me contaste lo te tu compromiso y conocí a mi tu futuro cuñado.

—Debe ser una broma

—Zack ayuda a la mafia siciliana querida, a cambio de su ayuda deben matar a tu futuro esposo y así destronarlo para que Zack pueda tomar el poder de la mafia árabe.

—¿Y tú los estas ayudando? ¿Sabiendo lo que me harás a mí? — sin poder retener ese par de lágrimas que se resbalan por mi mejilla decido dejar ver mi vulnerabilidad. Estoy cansada de hacerme la fuerte, mis murros se derrumban mientras veo la traición de la persona en quien más confiaba.

—No llores enana, no es personal lo juro... solo son negocios, tu mejor que nadie sabe lo que es eso.

—Te odio.

—No me digas eso.

—¡Eras mi mejor amigo! — grito a todo pulmón a lo que el cierra los ojos como si mis palabras lograran afectarlo pero en este punto ya no sé qué es real en él.

—Bianca — toma mi mano a la fuerza —tu más que nadie debe saber que no se puede confiar ni en nuestra propia sombra en este negocio.

—Maldito, eres un hijo de puta.

—Creo que necesitas una linda siesta enana — suspira el levantándose. Gabriel se levanta y saca una jeringa con un líquido raro, mi instintos se alteran. Intento moverme para deshacer los nudos que me tienen atada.

—¿Qué es eso? — pregunto.

—Oh, lo conoces bien de hecho — lo miro extrañado mientras procede a inyectar el líquido en el suero conectado a mi —Datura Stramonium o mejor conocida como la manzana del diablo. Tienes varias de estos en tu invernadero.

—Gabriel — suplico.

—Si es venenosa y una planta alucinógena, estudie bien tontita. De ti depende que traiga el antídoto, vendré luego y espero aceptes el trato enana — me lanza una de esas miradas que solía darme cuando armábamos un plan juntos, no sé cómo jamás me di cuenta de lo impostor que era pero ahora el me sostiene fuerte inyectando sin dóciles el líquido en mi cuello.

—Disfruta el viaje— me dice por último dejándome sola comenzando a entrar en pánico por los efectos del propio veneno que yo creo. El dolor empieza tenue pero sé que solo ira aumentando más y más.

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