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Estaba sentado en uno de los sillones, con los pantalones bajados hasta las rodillas

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Estaba sentado en uno de los sillones, con los pantalones bajados hasta las rodillas.

Adeline no pudo despegar la mirada de él, de su rostro enrojecido, de sus labios separados, del sudor que lo recorría. Luego bajo la mirada a su mano, y se quedó sin aliento al ver con claridad lo que hacía.

Movía la mano con desesperación, de arriba abajo con rapidez, mientras la otra se aferraba al borde del sillón.

—Ahhh — lo escucho jadear y lo vio morderse el labio.

No la había notado aún, ella se quitó los zapatos haciendo el menor ruido.

—Anthony... — su voz se escuchó extraña hasta para ella misma.

Él la vio y se quedó estático por un momento, mientras ella se acercaba. No pudo hablar, y por un instante sus pulmones dejaron de funcionar.

—Quiero intentarlo — le dice tratando de desviar su atención a su cara, se quedó parada frente a él quien aún no se podía mover — Quiero hacerlo...

Anthony la ve atento y sintió un escalofrío cuando se sentó en sus piernas, quedando frente a frente, se siguieron viendo y tuvo la sensación de que su piel estaba en llamas.

Le tomo la cara con una de sus manos y la miró fijamente hasta que sintió que se perdía en ella. Estaba demasiado oscuro para diferenciar los colores exactos de aquella cara inolvidable, pero él sabía que los labios eran suaves y rosados, con un toque de rojo claro en las comisuras. Sabía que los ojos tenían mil matices de azul, que constantemente lo invitaban a mirarlos más de cerca para ver si realmente estaban allí o era un producto de su imaginación.

Y ahora, ahora que la tenía en sus brazos, ahora que la respiración de Adeline era entrecortada por el deseo y que sus ojos brillaban con una pasión que seguro no podía entender, ahora creía que iba a estallar.

De modo que besarla se convirtió en un asunto de supervivencia. Era muy sencillo. Si no la besaba, si no la devoraba, moriría. Podía parecer melodramático, pero en aquel instante Anthony habría jurado que era así. El deseo que sentía en el estómago estallaría y se lo llevaría con él.

La necesitaba hasta ese extremo.

Cuando, al final, cubrió su boca con sus labios, no fue nada suave. Tampoco fue cruel, pero tenía el pulso demasiado acelerado, demasiado urgente, y el beso fue el de un amante hambriento.

Ella también se dejó llevar por la pasión del momento y, cuando la lengua de Anthony empezó a abrirse camino, ella no opuso resistencia.

—Detenme cuando quieras — le dice entre el beso — Puedes pararme cuando quieras.

—Lo sé... — susurra ella con voz cortada.

Y querían más. Sus labios abandonaron su boca y bajaron por el cuello hacia el hueco encima de las clavículas. Ante cada caricia, Adeline emitía un gemido, y eso hacía que el deseo de Anthony creciera todavía más.

Ser Feliz / Anthony BridgertonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora