Capítulo I: Hallazgos

713 86 247
                                    

"Dedicado a todos nosotros, aquellos que nacimos con un peso sobre los hombros y un hueco en el pecho"

Los días de cielo azul siempre se sintieron injustos. ¿Cómo puede brillar el sol, ajeno a todo, sobre mi cabeza? Incluso el ánimo de la gente cuando el aire está cálido y los pájaros cantan me molesta. La idea de que la tierra sigue girando día a día me hace un nudo en el estómago. Los rostros iluminados de la gente me ponen enferma todo el tiempo. No me gusta admitir que esa sensación es envidia disfrazada de malestar.

Edificios de diversas formas y tamaños adornan el pueblito y se ve un sendero al norte, en dirección a un puente de madera que cruza el río que le da nombre al pueblo. Al abrirme paso a través de los caminos adoquinados, me encuentro yendo hacia una pequeña y modesta edificación al final de la calle. Un precario cartel de madera grabada cuelga sobre la puerta "Almacén de artefactos de Brumack". Con cautela me dirijo a la parte de atrás de la tienda para echar un vistazo a la mercadería que hay en el depósito. Al llegar a la puerta trasera, noto que está entreabierta y sabiendo que es una oportunidad demasiado buena para dejarla pasar, me cuelo en silencio por la abertura.
Una vez dentro de la oscura habitación, el olor a humedad y polvo hace que me cubra la nariz con el dorso de la mano. A pesar de estar acostumbrada, no deja de ser molesto. Además que toser o estornudar no sería lo ideal cuando se supone que no debería estar ahí en primer lugar.

Cajas y contenedores se apilan casi hasta el techo, dejando un estrecho pasillo entre sí. Si eres lo suficientemente grácil podrías colarte por allí, y yo lo soy, así que con cuidado me aproximo para pasar. Apenas logro dar unos pasos cuando algo llama mi atención por el rabillo del ojo: una pequeña bolsa, que parece haber caído al piso, apoyada contra una de las paredes y apartada del resto de la mercadería. Está hecha de terciopelo púrpura, una rara y considerablemente costosa, tela para esta parte de las tierras. Mis ojos brillan cautivados por el misterio que puede contener dentro. Con dedos expertos que saben su trabajo de memoria, abro la bolsita y encuentro una pequeña caja de metal en su interior. No tiene llave.

Al abrir la cajita veo una pequeña colección de monedas dentro. Tomo una para observar sus detalles con atención y su peso me sorprende. Las monedas son más grandes que cualquier pieza de dinero que haya visto y tiene intrincados grabados. Están viejas pero su color dorado no puede pasarse por alto, incluso debajo de la fina capa de polvo que la recubre.

«Si es pesado, es costoso» Pienso para mí misma y me sonrío satisfecha.

De pronto, me sobresalto al oír el sonido de alguien viniendo hacia la parte trasera de la tienda. La adrenalina bombea por mis venas haciendo que mi corazón se acelere y recorro el cuarto con la vista. Rápidamente, encuentro un pequeño hueco entre algunas de las cajas y me deslizo entre ellas, agachándome y quedándome inmóvil. Unos instantes después, el sonido de un par de pasos releva que ya no estoy sola en el depósito. A través de un diminuto espacio entre las pilas, veo un par de botas caminar a escasos centímetros de mi escondite. La figura se detiene un momento y de pronto, maldice con sorpresa para luego salir de la habitación y cerrar la puerta tras de sí.

Con el corazón latiendo en los oídos y los ojos muy abiertos, decido esperar unos minutos después de que el hombre se va antes de deslizarme cuidadosamente entre las cajas para salir de mi lugar. La tienda está en silencio, sin sonidos de movimiento que se oigan en ninguna parte. Es momento de huir antes de que el hombre regrese a realizar una búsqueda más exhaustiva.

Mis pasos son sordos y pongo especial cuidado en no mover nada de su lugar original. Excepto, claro, por la pequeña bolsa púrpura y las monedas que estoy robando.

Una vez fuera, miro hacia ambos lados del callejón antes de dirigirme al norte, en dirección al centro del pueblo. Luego de varios minutos de caminata, estando en alerta por cualquier cosa sospechosa o fuera de lo ordinario, me encuentro a mí misma en la puerta de la taberna, dónde varias personas están sentadas fuera, charlando o bebiendo cerveza. Los examino de arriba a abajo mientras me coloco la capucha. Parecen granjeros inofensivos, disfrutando de su tiempo libre, pero nunca se puede ser demasiado cuidadosa.

Trazando sigilos | #CopaFenix2025Donde viven las historias. Descúbrelo ahora