Capítulo 12 - El secreto del híbrido

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Niklaus

Eloísa se marchó con un disgusto que se podía sentir a kilómetros de distancia y Elijah está que echa humo por la boca. Tengo que confesar que sí, lo disfruto bastante ver como él es incapaz de controlar los sentimientos hacia la pequeña Eloísa. En otra época, no me importaría arrebatarle su felicidad efímera, pero llegados a este punto, le necesito a mi lado. Él es el único de mi familia que puede y tiene que ponerse de mi lado, para romper mi maldición y proteger a la pequeña Salvatore.

Mi hermano mayor está apunto de entrar a su coche, pero le detengo.

-Tenemos que hablar, ¿me concedes unos minutos? -Le pregunto aún sabiendo la respuesta.

-Niklaus, hasta que tú no devuelvas hasta el último miembro de nuestra familia, créeme, no tenemos nada de qué hablar. -Responde con arrogancia.

Yo pongo los ojos en blanco y me apoyo en su coche, haciendo una pequeña abolladura en la parte delantera. La mirada de mi hermano mayor me juzga, pero realmente, no me importa. Yo simplemente sonrío y le indico donde podemos hablar tranquilamente. 

Mis hombres limpian la estación de servicios y ambos nos sentamos en un lugar bastante apartado del lugar.

-Tú dirás, Niklaus. -Me dice Elijah bastante enojado. -Di lo que tengas que decir, de lo contrario me iré.

 -Te preguntarás por qué estoy tan interesado en proteger a esta pequeña jovencita. -Le susurro al oído mientras le pongo una copa. -Ella significa mucho para mí.

Su mirada es de desconfianza y sé que me lo merezco por todo lo que le he hecho durante estos miles de años de existencia, pero ahora él tiene que escuchar con atención todo lo que le voy a decir. Tomo asiento frente a él y me sirvo una copa.

-Claro, ella es uno de los ingredientes que necesitas para romper tu maldición, ¿no es así? -Me coge del cuello de la chaqueta que llevo. -No pienso dejar que la utilices a tu conveniencia, ¿me oyes? Aunque tenga que declararte la guerra, te juro Niklaus que lo haré. -Me dice soltándome de su agarre. -No me importará que seas mi hermano. 

No puedo aguantar la risa que me da su comportamiento. Le comprendo, yo hubiese hecho lo mismo si ella me hubiese dejado.

-Entiendo tus temores sobre mis intenciones con la adorable Eloísa, pero no te equivoques conmigo, hermano. Claro que la necesito, -le miro y pongo mi mano sobre su brazo, -bueno, os necesito a ambos.

Elijah se suelta de mi agarre y yo suspiro.

-Déjame que te cuente un pequeño secreto que involucra a nuestra querida confesora  y a su madre. 

Empiezo a relatarle a mi hermano lo que llevo ocultando desde hace unos cuantos años atrás. 

Todo empezó hace 26 años cuando conocí a María Ramírez que tenía unos 20 años de edad más o menos. Ella venía huyendo de un pasado aterrador tan joven. Su madre acababa de sufrir un terrible accidente que le provocó la muerte. María era consciente que ella y su madre eran confesoras de nacimiento. La matriarca de su familia la había estado preparando para esto, sin embargo, al morir inesperadamente, la joven Ramírez se quedó prácticamente sola. 

El padre de María había sido confesado en orden de casarse y formar una familia. En el instante que la madre murió, su padre se liberó del hechizo de confesión y empezó a aborrecer a su hija de tal manera que la tenía encerrada en casa sin poder salir a la calle y que no hiciera daño a nadie.

Recuerdo que en ese tiempo, mi prioridad era encontrar a las confesoras con vida, pero siempre que tenía la pista de una, morían. Una noche, una de mis brujas me dio una pista de donde podría estar una, así que no dudé. Al llegar a esa casa, escuché gritos de una joven y entonces envié a mi bruja del momento que entrara y viera lo que pasaba. Era el padre de María que la torturaba. Louise, entró y doblegó a ese hombre y pidió a María que me dejara entrar. Una vez la pequeña lo hizo, lo asesiné delante de ella y me la llevé.

Nada Que PerderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora