Nada Que Perder

Capítulo 35 - No eres tú

Elijah

Cuando salieron para decirnos que habían podido salvar a Eloísa, fue un gran alivio para mí. Lo que nunca me imaginé es que nuestro bebé había nacido muerto.

No era una niña, que es la que esperábamos, sino un niño. Apenas me dejaron entrar a la habitación donde mi mujer y nuestro bebé estaban.

La imagen que veo en este momento destroza cada parte de mi alma. Ver a Eloísa con nuestro hijo sin vida en su pecho acurrucándolo porque no puede creer que esté muerto.

Me acerco a ella y la abrazo con fuerza. No sé si sea capaz de ver a nuestro pequeño que ella sujeta. Siento a Eloísa apoyarse a mi pecho sin soltarlo.

Flashback

Eloísa está mirando la ventana mientras se acaricia su tripa. Yo la rodeo en brazos y beso su cuello.

—¿En qué piensas? —Le susurro.

—En qué no tenemos nombre para la niña. ¿Quieres pensarlo conmigo?

—Mnm... —Le susurro y ella acaricia mis brazos que la rodea. —¿María?

Ella niega con la cabeza.

—¿Laurel? —Dice ella y yo hago un ruido de disgusto.

—¿Phoebe? —Sugiero.

—Absolutamente no...

Probamos unos 15 más hasta que Eloísa se da la vuelta y me mira.

—Mía Mikaelson... —Sus labios pronuncian con emoción y a mí me gusta como suena.

—Mía Mikaelson... Me gusta... —La atraigo a mí para besarla.

—Ahora sí tenemos, ya tenemos su nombre. —El brillo en sus ojos hacen que mi corazón se detenga por unos instantes para observarla mejor.

Fin del flashback

—No es una niña... ¿le pondremos nombre? —Son sus palabras sin dejar de aferrarse al cuerpo.

Acepto, todos los presentes nos dejan solos.

Unos minutos después, Eloísa viene con un nombre.

—Henry Mikaelson, como tu hermano... —Sus ojos vacíos me miran con una pizca de ilusión.

Yo asiento con la cabeza. Unos pequeños latidos se hacen presentes en el instante que decidimos el nombre de nuestro hijo, pero cuando estoy apunto de acariciarlo, siento mi cuello romperse.

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No sé cuantos días han pasado, sin embargo, me alivia saber que Eloísa está a mi lado.

—Elijah... —Su mano delicada me recorre el rostro. —Me diste un susto de muerte.

No sé por qué la siento diferente, su mirada está más calmada que cuando la vi hace unos días.