Capítulo 38 - Ático

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Eloísa S

Davina me hace pasar dentro del ático donde vive. La siento observarme todo el rato, pero es algo que me da igual. Mis ojos se posan en el ataúd que está a mi derecha.

—¡Elijah! —Es lo primero que digo y me dispongo abrir el ataúd, pero Davina me lo impide.

—Lo siento, Eloísa, él está bajo mi poder ahora.

—Davina, no sé qué diablos pretendes, pero él no ha hecho nada malo.

—Él es un antiguo, ya ha hecho demasiado mal, como todos ellos. —Toma mi mano y me obliga a sentarme en una silla. —¿Cómo has llegado hasta aquí?

—Estaba por el barrio y me ha venido a la mente los recuerdos que había perdido cuando me fui de aquí. —Saco una daga, pero no me da tiempo a nada, Davina es más lista.

—Ni se te ocurra atacarme, tengo una intuición desarrollada. —Mueve la cabeza negando lo que acabo de hacer. —Tú y yo éramos amigas.

—Lo sé...

—Pero hay algo en ti que no me cuadra del todo... —Vuelve a observarme. —Te falta algo... —Mira mi estómago. —¿Dónde está tu hijo?

—Muerto... —Le suelto en automático. —Lo perdí nada más nacer.

—Siento escuchar eso... —Mira el ataúd donde estoy segura que está mi marido y luego su vista vuelve a mí. —¿Por qué te empeñas tanto en estar con él?

—Porque estamos destinados a estar juntos.

—El amor no es más que una ilusión, pero sé lo que quieres decir.

Escucho subir a alguien.

—Escóndete... —Abre el ataúd y me meto ahí.

El cuerpo frío de Elijah hace que me estremezca. Aprovechando que Davina ha cerrado el ataúd, le quito la daga.

Escucho a Marcel, el vampiro que recuerdo cuando estuve aquí hace unos meses atrás. Él y Davina tienen una pequeña discusión sobre una especie festival. La pequeña quiere ir y Marcel no quiere que ella vaya.

Empiezo a tener sueño, seguro que es Davina quién quiere que no me entere de a donde va.

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No sé cuánto tiempo ha pasado, pero al abrir los ojos me encuentro en la cama de la pequeña bruja.

—Elijah... —Intento salir de la cama para verle, sin embargo ya no está ahí. —¿Dónde diablos le ha metido?

Unos brazos me abrazan por detrás y besa mi cuello.

—Te he echado de menos durante todo este tiempo. —La voz de Elijah suena bastante áspera y seca.

Acaricio sus brazos y lo noto tan frío, que me doy la vuelta para verle bien. Su piel está tan pálida con tonos grisáceos.

—¿Pero qué te ha hecho? —Acaricio su rostro y siento una de sus manos hacer lo mismo en mi mejilla.

—Podré sobrevivir, no te preocupes, amor...

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