Capitulo 23

0 0 0
                                    

•Quiebre•
Elena

Desperté de madrugada. El sonido de mi celular me despertó. Respondí, era Nathan.

—¿Paso algo? ¿Estás bien? —Respondí apresurada.

—Estoy afuera, sal.

Me colgó, su petición me sorprendió, era de madrugada pero aún así, con un mal presentimiento baje. Estaba parado cruzando la calle. Me acerque a el, estuve apunto de acercarme a darle un beso pero recordé la pelea que habíamos tenido esa tarde. Me quedé quieta y el tampoco hizo intento de darme un beso.

—¿Qué te pasa? —Pregunté.

—Tenemos que hablar.

No por experiencia propia pero se de buena fuente que eso no podía significar nada bueno.

—Terminemos esto. —Sus palabras fueron como un balde de agua fría.

—¿De qué estás hablando?

Todos mis miedos se acumularon en mi garganta haciéndome hablar con un hilo de voz.

—Ya no quiero seguir contigo. —Termine de despertarme por completo.

Sus palabras dolieron más que nada en esta vida. Las lágrimas amenazaron con salir de mis ojos, pero no me lo permití.

—No estoy entendiendo.

—Lo que es, terminemos esto para que puedas irte a España.

—¿De verdad estás haciendo esto? Nate yo...

—Tu quieres irte, y yo ya no quiero que te quedes.

Me quedé muda por unos instantes. Todo estaba pasando tan rápido que no supe cuál de mis emociones estaba a punto de hablar.

—Yo no... Yo no quería... tu me convenciste, ¿Para que? ¿Para esto? —Comence a gritarle.

—No Elena, yo... —No lo deje terminar.

—¡Me hiciste quererte! ¡Tomaste todo de mi! Y ya que lo tienes todo... ¿Te vas?

—Entiendeme, yo...

—No digas nada, es mi culpa, fui una imbécil. Debí saber que eras igual. —No pude evitarlo más, y una lágrima rodó por mi mejilla.

—Esto no sobrevivirá una relación a distancia, es mejor terminar. —Su calma me estaba volviendo loca.

—Después de todo tu tampoco me amabas como decías.

Algo muy en el fondo de mi corazón salió a flote, y el sentimiento de impotencia y desesperación salió a flote.
Quería pedirle que no me dejara, que no iría a ningún lado, estuve tentada a decirle que me mudaría con el al día siguiente si era necesario, pero que no me dejara.

No pude hacerlo, no iba a pedirle que no me dejará, esto era diferente. Me convertí en esa mujer que deja todo por un hombre pero aún no en la que se arrodilla a sus pies pidiéndole que no la deje.

Lo ví por última vez directo a los ojos y luego me gire, comencé a caminar hacia mi casa, y el...

No me detuvo.

Aún no entraba cuando escuché el motor de su auto encender para luego marcharse. Me quedé parada frente a la puerta, incapaz de moverme. Permanecí así unos segundos y luego entre y fui directo a mi habitación. Como una niña pequeña corrí al armario y me metí en el, me encerré en una esquina, tenía mi cara escondida entre mis rodillas y no podía dejar de llorar.

Recuerdos pasaron por mi mente...

—¡¿A dónde vas?! ¡¡No puedes irte!! —Era la voz de mi mamá con gritos desgarradores hacia mi papá

Elígeme. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora