Capitulo 14

0 0 0
                                    

•El detonante•
Elena

Toda mi vida había estado huyendo. Huyendo de las situaciones, de lugares y sobre todo, de las personas.

Siempre que me sentía asfixiada corría a esconderme.
Ian siempre me encontraba. En algún momento Hannia fue quién me encontró. Pero al mismo tiempo descubrió que yo no siempre quería ser encontrada, y que saldría cuando me sintiera mejor.

Así es ella, ese es el motivo por el cual jamás me hacía sentir asfixiada.
Nathan por el contrario, va tras de mi siempre. No hay palabra que salga de mi boca que pueda hacerlo dejar de buscarme.

De una cosa estaba segura, me encontraba total e irremediablemente enamorada de él. Pero no sabía si sería suficiente para no salir huyendo.

Un par de horas después de nuestro pleito, casi media botella de vodka puro y demasiadas colillas de cigarro tiradas en el suelo. Me sentí capaz de salir.

Estaba ebria, demasiado ebria. Pensé en bajar a mi habitación y quedarme dormida. Pero la idiotez estaba reinando en mi cuerpo así que salí de mi casa casi a rastras.

—Elena, por fin, ¿Dónde estás? —Contesto Nate casi al instante.

—¡Holaaa! Mandón...grosero y apuesto hombre. —Mi lengua estaba adormecida así que arrastre las palabras.

—¿Estás borracha? Dime dónde estás, voy por ti.

—¿Lo ves? ¡Mandón! Nadie quiere que vengas por mi, bueno, tal vez si.

—Elena por favor, dime dónde estás.

—Mmm —voltee a ver a mi alrededor y el Hotel a unas calles de mi casa me pareció tentador— Voy al Hotel que está cerca de mi casa. Al bar...del hotel.

—¿Qué? Espérame ahí, no te muevas.

—¡Deja de mandarme! Lo arruinas todo.

Ni siquiera lo deje responder, le colgué.

Le di el último sorbo a mi botella y la deje caer en la acera dónde se rompió. Seguí caminando hasta llegar al hotel.
Logré registrarme y pedí servicio a la habitación.

No tan lejos podría haber encontrado la casa de Hannia. O quizá Ian me habría llevado alcohol a la casa. Posiblemente Nat me hubiera escondido de su hermano pero todas esas opciones incluían hacerme hablar. Y era lo último que haría.

Mi servicio a la habitación llegó, al mismo tiempo que intentaba servirme una cuba decente, tocaron a mi puerta.

—¡Maldición! ¡¿Qué?! —Grite mientras me levantaba a abrir la puerta.

Por supuesto, era Nate. Pedí una habitación intentando evitarlo, porque claro ¡Ya la había cagado! Diciéndole dónde estaría.

Que más da ahora.

—Me encontraste. —Sonreí con torpeza mientras regresaba al sillón.

—¿Qué estás haciendo? Ya para de tomar. —Me arrebató la cuba de la mano.

—¿A eso viniste aguafiestas? Si solo sabes regañar mejor vete. —Le mostré mi cara molesta, pero solo consegui que se acercará a mi.

—Preciosa, hablemos, por favor. —Tomo mis manos y me miró directo para esperar una respuesta.

—¿Cómo supiste en que habitación estaba? —Mis palabras eran torpes y lentas.

—Pregunte en recepción.

—¡¿Eso no es información confidencial?! ¡Recuérdame no volver aquí! —Nathan soltó una risa, parecía estarse divirtiendo con mi embriagues.

—No hay nada que algo de dinero no solucione. —Voltee a verlo, de haber podido mi mirada furiosa atravesaría su corazón.

Elígeme. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora