Capitulo 47

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•Amargo•
Elena

Cuando desperté Sebastián ya no estaba a mi lado. Casi se sintió como si hubiera soñado aquello, de no ser por la nota que encontré sobre el escritorio.

"Lamento lo de anoche, no volverá a pasar"

Así, a secas. Me sentí muy molesta y estaba apunto de llamarlo para gritarle que era un grosero cuando la puerta se abrió de par en par dejando ver a un sonriente Nathan. Fue entonces que agradecí el que se hubiera ido, la que se me habría armado de habernos encontrado en la cama juntos.

—Arreglate, mi mamá insistió en que viniera por ti para llevarte a almorzar a la casa.

Se acercó a mi, y me dió un beso en los labios. El ya había asumido que éramos una pareja de nuevo, se comportaba como una.

Decidí no tener esa conversación en ese momento, así que me metí a bañar, al salir solo desenrede mi cabello y me puse unas sandalias. No estaba de humor para maquillarme.

La mamá de Nate había sido la primera en saltar a abrazarme en cuanto me vio entrar. Con todo y que me había visto el día anterior.

—¡Elena! Que bueno que estás aquí —me apretujo con fuerza.

—Vas a lastimarla. —Dijo Nate con frialdad.

—Oh lo siento. Solo estoy feliz. —Se disculpo apenada.

—¡Cuñada! —Grito Nat bajando las escaleras corriendo para abrazarme también.

—Cuanto amor, como si no me hubieras visto hace unos días. —Le sonreí con amabilidad.

—Hace unos días eras mi amiga, ahora eres mi cuñada.

—Ah...si. —Voltee a ver a Nate pero el evadió mi mirada.

Al parecer había estado tomando decisiones por mi, otra vez. El y yo tendríamos una larga conversación.

Se sentía extraño estar de nuevo ahí. El papá de Nate, Armando, solo me saludo con la mano y me dió la bienvenida. Aunque el también me había visto el día anterior. Era como si me estuvieran dando la bienvenida a sus vidas como su nuera.

La comida estuvo bien. Todo parecía como si jamás me hubiera ido. Nate seguía sonriéndome con amor, con esa mirada que solo cambiaba cuando me veía a mi. Su familia era agradable igual que siempre y en la casa no habían movido ni un solo mueble. Todo estaba ahí, como la última vez que entre.
Al término de la comida, Nate y yo fuimos a las caballerizas, donde subimos a Valentín. El corría tan rápido como siempre, y el aire golpeaba con fuerza mi cara. Pero no tanto como cuando iba abrazada a Seb en aquella motocicleta.

Sacudí mi cabeza para sacarme al moreno de la mente. Cuando Valentín se detuvo a tomar agua en el canal de siempre, me pareció buen momento para hablar.

—¿Cuñada? ¿Que les dijiste?

—Nada, ellas asumieron lo que quisieron sin preguntar. —Contesto a la defensiva.

—No hemos hablado aún, y siento que otra vez estás decidiendo por mi.

—¿Qué es? ¿Qué te impide estar conmigo? Sé que lo quieres tanto como yo.

—¡Hace apenas unos días ni siquiera sabía si iba a volver! Y ahora tú... Me pides demasiado.

—Elena. —Se acercó y tomo mi rostro entre sus manos haciéndome alzar la vista.

Lo alto que era siempre me dejaba deslumbrada, era algo a lo que nunca iba a terminar de acostumbrarme.

—Dime que está cercanía no te hace latir el corazón. —Se inclino y me beso— dime qué mis besos no te aceleran el pulso. —doblo un poco mi cara para poder besarme el cuello— dime qué esto no te pone. —Me tomo de la cintura y me pegó a su cuerpo— Dime qué ya no me amas y entonces dejaré de asumir que aún quieres estar conmigo.

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