Capitulo 26

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•Jodes o de joden•
Elena

El domingo era el día que más trabajo me costaba, apenas había pasado 2 aquí y sin embargo era el día que más asfixiada me sentía.

Los domingos los pasaba con mi familia siempre y ahora ya no podía hacerlo, normalmente tampoco tenía tareas pendientes porque las hacía siempre que tenía tiempo para evitar pensar. Y aunque Hannia y Natalia adoraban salir a turistear las personas no me hacían sentir totalmente cómoda.

Después de desayunar, Hannia y Nat fueron a una plaza, a la cual me negué a ir. Estuve tirada en la cama por demasiado tiempo. Hasta que ví que eran pasadas las 4 de la tarde y empezaba a tener hambre. Me metí a bañar, salí desnuda porque no había nadie en el dormitorio, y me pasee intentando buscar que ponerme.

No había traído muchos pants conmigo pero realmente quería usar uno ahora. Así que en ropa interior me puse a buscar entre mis cajones algún pants que pudiera ponerme. Para mí mala suerte no había encontrado ninguno, entonces recordé dónde estaban. Junto a las sábanas. Justo donde días antes había escondido mi antiguo celular.

Respire un segundo antes de abrir el cajón. —Solo tomarás el pants y ya está— me dije con firmeza. Al mover mi pants pude ver el teléfono. Estuve a nada de tomar el teléfono, mis dedos lo rozaron incluso, pero en ese preciso momento la puerta se abrió. Tome el pants y cerré de golpe la cajonera.

—Creí que volverían más tarde. —Dije mientras me subía el pants con rapidez.

No obtuve respuesta así que decidí voltear, no eran mis niñas, por el contrario un Sebastián absolutamente atónito me estaba mirando.

Al darme cuenta de su presencia, puse una mano en mi cintura y me lo quedé viendo con una ceja enarcada.

—¿Te gusta lo que ves? —Le dije con desdén.

—No pones las cosas nada fáciles. —Parecio cobrar sus sentidos y quitó su mirada de mis pechos.

No pude evitar reír, y sin mucha preocupación tome la primera blusa que encontré. No me molestaba que me vieran en ropa interior, o sin ropa a decir verdad, había creado bastante seguridad sobre mi cuerpo.

—¿Porque te paseas en ropa interior? Algún pervertido podría verte.

—¿Algún pervertido como tú? —Solte una carcajada.

E invitablemente pensé en Nathan, el se habría sorprendido y habría girado de inmediato para no incomodarme. Por supuesto, a diferencia de el, Sebastián era un imbécil que vería hasta el último detalle.

—No puedes culparme, tienes un cuerpo difícil de ignorar. —Alzo los hombros con resignación.

Extrañamente me sentí bien, me gustaba la atención y aunque la había aborrecido las últimas semanas, tal y como lo dijo Sebastián me dieron ganas de salir y coquetear con alguien. Me hizo sentir segura.

—Tengo hambre, vayamos por algo de comer.

—A sus órdenes Reyna. —Se puso una mano en la frente como un saludo militar y se levantó de la cama en la que no había durado sentado casi nada.

—¿Reyna? —Una pizca de nerviosismo invadió mis palabras.

—Así te apellidas, no te creerás que te dije Reyna de verdad. —Su sonrisa juguetona y segura es realmente irritante.

—No me gusta, no vuelvas a decirme así.

Alzó las manos en señal de paz y me vio cepillarme el cabello y ponerme unos tennis antes de salir del dormitorio.

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