Capitulo 33

0 0 0
                                    

•Si tan solo...•
Elena

—¿Qué clase tienes? —Le pregunté cuando estábamos llegando al edificio de nuestra facultad.

—La misma que tú, ya aprendete tus horarios.

Me pego en la frente con dos dedos y me hizo alzar la vista de mi celular, dónde ya estaba buscando mi horario. Lo mire mal y cuando despegue mis ojos de el, al fondo, junto a la entrada estaba Isaías. No puede ser.

—Vete al salón, ahorita te alcanzo. —Le dije tan pronto Isaías se acerco a mi.

Sebastián me miró extrañado y después dirigió su mirada al hombre que tenía frente a mi, pareció confundido pero al final captó la situación, así que no se movió ni un centímetro y le dió una mirada asesina.

—¿Vamos a hablar? ¿O vas a seguir ignorandome?

—Creí que ya estarías en México. —Le di una sonrisa inocente.

—No hagas eso, no te va a funcionar está vez.

Lo decía por la sonrisa, siempre que solía hacerlo enojar le sonreía lo más dulcemente que podía y el siempre cedía.

—Ya dije lo que tenía que decir, si no planeas aceptar lo que puedo ofrecer...entonces no se qué haces aquí.

—¿Un maldito persistente no? Eso fue lo que dijiste, y yo también puedo serlo, así que déjame convencerte.

Me tense. Quizá no debí haberle contado del porque había tenido una relación con Nate. Se acercó más a mi, y estuvo apunto de tomar mis manos pero Sebastián avanzo dos pasos y le impidió tocarme.

—Amigo Elena ya te dijo que no quiere, tenemos clase así que mejor vete. —Me sorprendió la simpatía con la que se lo había dicho, considerando que casi lo asesina con la mirada momentos antes.

—¿Y este de dónde salió? —La mirada de desdén que le dió a Seb hizo que me herviera la sangre.

Estuve a punto de contestarle y hacerlo sentir una mierda, pero Seb fue más rápido.

—No lo estás entendiendo ¿Verdad? Para Elena nunca haz sido más que su pasa tiempo. Lo fuiste antes y lo eres ahora.

Sebastián sé había erguido y ya no le estaba hablando con simpatía, estaba siendo total y absolutamente brusco. Debo admitir que daba algo de miedo.

—¿Y tú qué sabes de eso? Hace un par de meses que la conoces, yo llevo años conociendola. —Isaías tampoco retrocedió.

—Ya. Los dos. —Los mire amenazadoramente cuando ví que se acercaban el uno al otro dispuestos a empujarse.

—Dile a tu perro que se meta a su casita para que podamos hablar. —Solto Isaías y ya no pude evitar que Sebastián lo empujará.

Isaías retrocedió unos pasos y antes de que pudiera empujarlo de vuelta me metí en medio, jalando a Sebastián del brazo haciéndolo retroceder. Me pare enfrente de el y le impedi el paso. Sabía que no me empujaría ni un centímetro, por eso me coloque enfrente de el.

—Vete antes de que sea yo quien te dé una paliza. No quiero verte, no quiero que me hables, y de lo que habíamos hablado? Tampoco tienes esa opción ahora.

—Elena yo...

—Si esperas que algún día se me pase —lo interrumpí— lleva tu trasero hasta México y déjame en paz.

—¿De verdad lo estás escogiendo a el? Yo estuve antes de Nate, y sigo aquí después, pero cuando el también te deje —señalo a Sebastián— no se si también estaré.

Elígeme. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora