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Capítulo: 1
Ronald Lombardi
Algunos años atrás.....


— Tienes que lanzarlo así — toma unas de las dagas y empieza a mover su mano en un vaivén, hasta que lo deja ir de sus dedos y dar al punto —. Así — lo dice con tanta arrogancia que solo lo miro.

— Quizás, es porque eres mayor.

— No, no es por eso, es la técnica.

— Me vale, es porque eres mayor.

— Solo tengo nueve y tú ocho, no es tanto la diferencia — subo mis dedos para sacar la diferencia, estoy a punto de sacar el dedo del medio, pero freno, recordando lo que me hizo la última vez.

Tomo la decisión más sensata y empiezo a contar.

— Uno, dos, tres.... No, no es así... Uno, dos — Él me mira con esa cara rara —. Son dos años de diferencia — digo seguro.

Marcos me baja un dedo

— Es una la diferencia, Ronald.

— Era para ver qué tan atento estabas.

— Claro — entrecierra los ojos y veo hacia otro lado como si nada. Puede que me haya equivocado, pero al menos lo intenté. No sé por qué me pongo nervioso.

— Bueno, vamos a se...— doy un pequeño salto al escuchar como algo cae al piso, los dos nos miramos y luego hacia la puerta de mi habitación —. ¿Escuchaste eso?

— Sí

— Tal vez dejaron ca... — no termino la oración porque otro ruido de algo rompiéndose suena.

Marcos me coloca detrás de él para protegerme y de un momento a otro, abren la puerta y los dos saltamos del susto.

Detrás de la puerta hay un hombre alto con una pistola en la mano, nos mira haciendo una seña con su mano libre para que otro tipo entre.

Tengo tanto miedo que me aferro al brazo de Marcos, siento que el corazón se me va a salir por la boca mientras veo como esos dos tipos se nos acercan.

No lo pensamos más y corremos al baño, pero nos alcanzan y forcejeamos contra ellos.

— ¡Suéltame! — grita Marcos, pegándole puños tras puños —. ¡Suélteme, ahora!

— ¡Suéltame! — le copio a Marcos, mientras le doy puños al que me tiene agarrado.

Nos arrastran fuera de la habitación.

— ¡Papá! — grito con todas mis fuerzas —. ¡Mamá!

Nos arrastran a escaleras abajo y más forcejeo contra él, lanzo puños y más puños, lo pellizco, lo muerdo una y otra vez, hasta que se cansa y me carga, pero sigo mordiendo.

Él no sabe con quién se está metiendo.

Cuando llegamos al último escalón, ahí está mi familia, pero...

¿Qué sucede?

¿Por qué están atados?

— ¡Papá! — quiero correr hasta él, pero no puedo, así que sigo forcejeando, así como lo hace Marcos.

— ¡Déjalos ir, maldito hijo de puta! — grita papá

— Eso debiste pensarlo antes de robarme los diamantes — dice un hombre que jamás antes vi.

— ¡Yo no te robé ningún diamante!

— No seas mentiroso.

— Tienes que aprender a perder en este mundo de mierda, aunque no quieras, Dimitri — mi papá contraataca entre dientes.

— Sabías que esos diamantes eran míos, y aun así, los robaste.

— No eran de nadie, yo viajé hasta África, removí tierra tras tierras para encontrar los diamantes perdidos de la mafia italiana. Yo las encontré antes que tú — mi padre se remueve de la silla asqueado, mirando fijamente al hombre. Recién me fijo que la mesa del centro está tirada hacia el otro lado y mi hermano mayor está atado junto a mis abuelos.

— Pero sabías que yo iba por ellos.

— Todos iban por ellos — lo corrige —. Sabes muy bien, que quienes los encontrara, se quedaría con ellos. Siempre y cuando fueran italianos.

— La cosa es, que vine por ellos, Moretti. Por lo que me pertenece.

— Deja a mi familia fuera de esto — mi padre mira a su alrededor y se detiene viendo como mi madre tiene los ojos cristalinos, mientras mi abuela llora —. Llévate los malditos diamantes.

— Claro que me los voy a llevar, pero antes tengo que acabar contigo.

— Hazlo, pero deja a mi familia en paz.

— ¿Por qué le quitas la diversión a las cosas?

— Ellos no tienen nada que ver en esto.

— No me importa — se inclina frente a mi padre —. Por tu culpa me he vuelto el hazmerreír de toda Italia — se incorpora mirado a mi hermano —. Yo les prometí que traería los diamantes, pero no pude porque un hijo de su perra madre las robó.

Le dispara a mi hermano en la frente.

— ¡No! — grita papá

— ¿Cómo se siente que te arrebaten lo que es tuyo?

— Eres un hijo de puta — sus ojos se cristalizan y puedo ver su rabia, su impotencia.

Miro a mi hermano y me remuevo. No puedo ayudarlo, sale sangre de su cabeza y... Yo no... No puedo.

Se escucha otro disparo

Cae el cuerpo de mi abuela.

Luego el cuerpo de mi abuelo.

— ¡No!, ¡No!... Por favor — la voz de mi padre se quiebra —. No — y comienza a salir lágrimas de sus ojos. Mamá llora, llora mucho, tanto que quiero abrazarla, pero no me puedo mover.

Y,

Otro disparo.

Esta vez es mi mamá la que cae al piso.

Veo borroso por las lágrimas, no sé cómo ayudar, sale sangre de su cabeza y...

No termino la oración en mi mente, al escuchar otro disparo.

Papá cae al piso con los ojos abiertos, mirándome.

No me muevo, no grito.

Otro disparo

¿Marcos?

Está a mi lado, con sangre en la boca, trata de decir algo, pero no entiendo.

— Co.... Corre — lo escucho decir, caigo en cuenta que ya no me están sujetando, trato de pararme para ir hacia él —. No, corre. — sus palpados comienzan a caer y de a poco sus ojos se cierran.

— ¿Marcos? — levanto la mirada y el hombre que disparó, me mira.

No doy ni tres pasos, pero logro darme la vuelta y escucho otro disparo. Siento como mi espalda quema, arde y como caigo de boca al piso.

No puedo respirar.

— ¿Papá, mamá? — ellos no responden —. ¿Tata? — mis ojos pesan y miro el cuerpo de mi hermano ensangrentado —. ¿Hermano?

Ellos no responden, y yo no puedo respirar.

Tengo sueño, mucho sueño.


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El final de la bestia (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora