(Este capítulo es un poco lento y contiene 4.192 palabras. Léanlo con calma y no olviden comentar y votar si les gustó, por favor. Necesito saber, no importa si es una crítica :(
Capítulo: 44
Laura Greco— Según la noticia que escuché, la lluvia cesará hoy o mañana. Por lo tanto, esperaré cuando todo se calme.
— De acuerdo — le digo a Leo a través de la línea mientras estoy recostada boca arriba, jugueteando con mis dedos sobre mi vientre.
— Si la lluvia no se detiene, mañana a esta misma hora por el celular.
— Entendido.
— Por favor, que no se te olvide comer y tomar tus medicamentos para que tu espalda continúe en buen estado.
— Anotado — giro un poco como si tratara de mirar en dirección al sillón. Ronald está ahí sentado sin emitir ningún ruido.
Siempre que tengo secciones con Leo, me evita y soy yo quien tengo que estar buscándolo por toda la casa. Pese a que Leo es como su mejor amigo, parece no soportarlo en algunas ocasiones y sé que hoy tendré que hacer lo mismo, puesto que está demasiado callado en ese rincón. Como si lo castigué o algo así.
— Cuídate, muchachita fea, que no se te olvide comer — me repite por milésima vez —. Faltan diez minutos para que sean las cuatro de la tarde. Si a las cinco o a la seis llamo a través de cámara y no te veo comiendo, conocerás el poder de mis zapatos. Ni siquiera Ronald te va a salvar de la tierra que te voy a hacer tragar.
— Entendido y cuídate. Te mando muchos besos a ti y a Margarita — cuelgo ignorándolo, con esa sensación de que cada vez que hablo con Leo, Margarita nunca está. Quiero decirle cuánto la extraño, pero lamentablemente los llamo en el momento inadecuado, al parecer.
Me levanto de la cama y busco mis sandalias, o sea, las de Ronald, y me paro una vez que las encuentro con el celular en la mano y con el libre palmeo el velador y luego la pared hasta llegar a él.
— ¿Qué pasa? — le pregunto al hombre que aún permanece callado —. Toma — levanto el celular y ni siquiera lo toma. Así que doy dos pasos y siento la delantera de uno de sus zapatos, por lo que noto sus piernas separadas como suelen sentarse la mayoría de los hombres y me agacho metiéndome ahí. En medio de sus piernas.
Dejo el celular en la mesita que está a mi lado, me siento y reposo mi cabeza en una de sus piernas.
— Te enojas con facilidad.
Pasan unos cuantos minutos en los cuales ninguno de los dos dice nada y puedo escuchar el pequeño ruido del viento, los diminutos chubascos de lluvia que golpean la ventana repetidas veces, pero de repente siento, cómo acaricia mi cabeza levemente.
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El final de la bestia (+21)
DiversosSaga, Marcas de Mafia Libro 1 Su belleza cautivó al asesino. Su belleza cautivó a la bestia. A pesar de tener discapacidad visual.