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Capítulo: 22Laura Greco

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Capítulo: 22
Laura Greco



Miro todas las estrellas qué hay en la penumbra noche mientras estoy en el balcón sentada en unos de los sillones largos pegados a la pared. Aprieto a mi perro punky contra mí y miro hacia mi costado viendo a Margarita con dos trenzas recorriendo su pelo rizado.

— Te ves muy linda — le digo, y acaricio una de sus trenzas.

— No más que nuestros hijos.

Miro a su bebé Mumu y sonrío.

— Sí, tienes razón. Nuestros bebés son más lindos — alzo a Punky al aire y le reparto muchos besos en el proceso —. ¿Te imaginas, que Punky y Mumu fueran humanos?

— Pueden ser humanos.

— ¿Cómo? — lo dejo sobre mi regazo y pongo toda mi atención en ella.

— Mi abuela me dijo que cuando seamos grandes, podremos tener bebés.

— Algo así escuché.

— También me dijo que antes teníamos que planearlo.

— ¿Planearlo?

— Sí.

— ¿Y cómo lo vamos a planear?

— Eso no me lo dijo, pero estoy segura qué hay que pedirle permiso a nuestras mamás y ver a qué edad lo tendríamos.

— Oh, eres muy inteligente.

— Lo sé.

— ¿Ya le pediste permiso a tu mamá abu?

— Sí.

— ¿Y qué te dijo?

— Que no hay ningún problema.

Miro las estrellas y dejo a Punky en el sillón. Me levanto y camino un poco, me pego a las rejas frías del balcón y me impulso para que mamá me escuche.

— ¡Mamá!

Papá me dijo que cuando quisiera hablar con ella hiciera esto.

— ¡Quiero pedirte permiso para tener un bebé cuando sea grande...! ¡¿Puedo?!

— ¡Por favor, señora Helena, déjala tener un hijo, a mí ya me dieron permiso! — grita Margarita junto a mí.

Sé que mamá no responderá porque estamos a una distancia muy grande, pero conste que le avisé.

— ¡Por favor, señora Helena!

— ¡Por favor, mamá!

Abro con pereza, mis ojos y mis tímpanos se agudizan debajo de la almohada. Me reincorporo de la cama sentándome, creo que al medio de ella.

Recordar ese momento de mi niñez junto a Margarita me hace reír por dentro, pero al mismo tiempo, me destruye. Desde que el doctor dijo aquellas palabras, me destrozó, pero con el tiempo me di cuenta de que fue lo mejor que me pudo pasar.

Saber que no puedo concebir es un dolor muy grande y más cuando anhelo con toda mi alma tener una familia. Pero siendo sincera, ese deseo se ha ido derrumbando de a poco.

Ese deseo me lo arrebataron. Creo que murió con el paso del tiempo.

Siento una punzada en la cabeza y coloco mi mano allí al tiempo que arrugo mi rostro y de repente todo lo que sucedió anoche regresa como un balde de agua fría a mi rostro. Yo bebido demás. Yo siendo arrastrada por Fernando. Marta pidiéndome que la llame mamá. Sus voces. Mi respiración agitada. Y exploté.

El final de la bestia (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora