Capítulo: 40
Laura Greco— Perdón — vuelvo a repetir, aun en sus brazos.
Siento cómo mi espalda se despega de la pared y mis glúteos vuelven a la encimera. Cuando pienso que se va a ir, sus manos ascienden a mis mejillas y roza mi nariz contra la suya.
— No pidas perdón — me dice, y su tacto se aleja para tomar mi mentón —. No lo hagas.
Escondo mi rostro en su pecho, acción que realiza que suelte mi mentón mientras mis manos están en puños. Nos quedamos en silencio, y esa misma mano la siento acariciar mi pelo levemente, como si lo estuviera haciendo con su pulgar.
— ¿Mejor? — pregunta después de unos segundos, sin detener su caricia y sé que es inconsciente de ello porque Ronald no es de hacer estos tipos de cosas. O eso creo.
No digo nada y me vuelve a hablar.
— ¿Qué es lo que piensas?
— ¿Qué? — Le digo sintiendo como mis ojos pican.
— Cuando te toco, ¿qué es lo que piensas? — Ronald levanta mi rostro con unas de sus manos —. Me gustaría saber.
— ¿Por qué? — pregunto porque me da vergüenza contarle. Si le cuento estos tipos de cosas, ¿no se sentirá algo incómodo conmigo?
— No llores — limpia una de mis mejillas y luego la otra —. Si no quieres hacerlo, está bien — No sé por qué a veces no me doy cuenta cuando dejo salir mis lágrimas, es como si mi cuerpo y mi cerebro no se conectaran. Cada quien toma rumbos diferentes sin decirme nada.
Abarca con una mano mi mejilla mientras acaricia ahora con su pulgar la otra, y al notar mi silencio, sigue hablando.
— Siempre que te toco estás bien, pero cuando llega el momento en la cual voy a entrar, te asustas y...
No dejo que termine de hablar y me apresuro a defenderme desesperada.
— Es que estoy bien y de repente sus voces... — No puedo terminar de hablar y me quedo callada sin soltar ningún sollozo mientras mis lágrimas caen.
Su mano que acariciaba mi mejilla lo reposa por completo en ella, al tiempo que limpia las lágrimas y deja un beso en mis labios como si no supiera qué decir, pero luego de unos segundos procede a hablar y acerca mi rostro más a su cara al punto de sentir su respiración chocar contra la mía.
— No, preciosa, no te estoy pidiendo que me justifiques tu actitud — dice contra mis labios y después se aleja, aun sosteniendo mi rostro —. Solo me da curiosidad saber qué sientes. El porqué de tanto miedo. Que me platiques, que me hables para poder entenderte.
Parpadeo entendiendo su punto y hablo tratando de dejar la vergüenza atrás.
— No sé por qué, pero por instinto mi cuerpo se tensa. No sabría cómo explicártelo con palabras — trago saliva, abriéndome con él, al sentir que me quiere escuchar —. Pero siento que me dolerá. No sé si será por el hecho de que cuando perdí mi virginidad lo único que sentí desde ese entonces fue dolor.
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El final de la bestia (+21)
RandomSaga, Marcas de Mafia Libro 1 Su belleza cautivó al asesino. Su belleza cautivó a la bestia. A pesar de tener discapacidad visual.