XXVI

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Capítulo: 26 Ronald Lombardi

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Capítulo: 26
Ronald Lombardi


Abro mi boca hambriento por consumirla, por tragar esa rica boquita, por saciar mis malditas ganas y volverla completamente mía.

Quiero dejarla sin respiración, pero sin apagar el palpitar de su ritmo cardiaco, quiero que sus pómulos se tiñan de un color carmesí, pero tampoco quiero que se vuelva de tonalidad morada.

Necesito que pierda su puta vida en mis manos, pero por producto de un jodido orgasmo.

Abro la boca lo suficiente y me trago sus malditos labios, le aprieto su mandíbula y hago un moño en su cabello, apretándola aún más contra la puerta.

Me despego para luego chupar su labio inferior y tirar de ellos.

— Detenme — susurro a pocos centímetros de ella, y la miro esperando a que lo haga.

No lo hace y me entra un coraje, que no puedo explicar. Y sin dudarlo, muerdo su labio superior y luego el inferior un poco fuerte, lo aprisiono contra mis dientes, y es tanto la presión que hago contra su pobre labio, que siento el sabor a metálico recorrer mis papilas gustativas en menos tiempo de lo debido.

Chilla bajito y no me despego por más que se queje.

Sin embargo, no la quiero hacer lagrimear y relajo mis dientes poco a poco, tomándome mi tiempo y la suelto de mi agarre una vez que me sacio de su sabor a sangre.

Retrocedo.

Me quedo observando, sus mejillas sonrojadas, sus labios hinchados en la cual en unas de ellas yace una diminuta mancha roja, sus iris brillan como si estuvieran lubricados, su cabello largo y negro está un poco desordenado haciéndola lucir despampanante y atractiva.

Dejo caer mis ojos, a sus pechos redondos que se encuentran cubiertos por la tela de su blusa, sus pezones se ven erectos y apretados. Bajo más y, Carajo, sus piernas pálidas, como todo su cuerpo, me excitan.

Tiene unas curvas que me matan, se ve jodidamente sexi y apetecible.

No aguanto más de seguir entregando la oportunidad de que se marche y me acerco, le bajo un tirante de su top gris, lo suficiente para dejar expuesto su pálida teta derecha. Se pone rígida al instante, pero no me detiene.

Su jodido pezón rosado me hincha la verga y no tardo en inclinarme bastante y abrir mi boca y succionar hasta donde mi cavidad me lo permite.

Lo hago lento, disfrutando la calidez y lo suave que se siente. Realizo presión y abro mi boca otra vez y me trago la punta de su círculo para después morderlo fuerte, olvidándome que es una parte frágil de su jodido cuerpo.

— Ay — sigo mordiendo y coloca sus ambas manos sobre mis pómulos.

Suelto su pezón y me dirijo a su teta izquierda, y hago el mismo procediendo, lo chupo, lo trago y lo muerdo, pero esta vez más abrupto y gimotea, apretando sus ojos con tremenda fuerza.

El final de la bestia (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora