XLIX

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Capítulo: 49Ronald Lombardi

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Capítulo: 49
Ronald Lombardi


— ¡¿Cómo pudieron ser tan insolentes?! No puedo creer lo que hicieron uste... — como puedo apago el celular.

Por mí que se pudra junto a sus palabrerías de mierda.

El ruido que viaja del baño no me permite conciliar el sueño. Quito el brazo de mi cara y con lo poco que logro abrir mis párpados, observo mis pectorales al descubierto, giro la cabeza hacia la ventana de la habitación del nuevo hotel que reservé en medio de la madrugada. Y por más que intento abrir mis ojos de lleno, no puedo. Sin embargo, mando al maldito sueño al carajo y me levanto.

Miro hacia la puerta, justo donde el sol se posa a través de la ventana. Aunque se escucha amortiguado, puedo oír el leve jadeo que brota de su garganta.

Sé que, a pesar de que Laura me repitiera innumerables veces que estaba bien, no lo estaba en lo absoluto, que solo se limitó a reprimir sus emociones en frente de mí.

Sabía que en cualquier momento explotaría y no niego que me causa rabia escucharla.

Así que me dispongo a sacar el cepillo de dientes de la maleta, busco el maldito cubo de limpieza. La cual no encuentro. Y, por lo tanto, agarro un recipiente cualquiera y me lavo los dientes, incluyendo la cara. Importándome una mierda, si eso es antihigiénico o no.

Cuando termino, me siento en el borde de la cama, mis ojos recorren el celular que se encuentra encima del velador. Noto las notificaciones de llamadas perdidas de Santiago, lo ignoro para terminar mi recorrido en la puerta de baño.

Todavía la escucho llorar y por un breve momento se detiene, pero presenciar que continúa, me desespera. Me inquieta.

Me levanto y en menos de un segundo ya me encuentro frente a la puerta, giro el picaporte de este, y está con seguro.

— Laura — detiene su llanto y espero a que me abra. No lo hace —. ¿Todo bien? — prosigo a esperar y ya me estoy hartando —. Laura.

— Ya voy.

Respiro para controlarme y no me abre. Mi celular suena y vuelvo a verlo, logro visualizar el nombre de Leo en la pantalla y me acerco.

— ¿Qué sucede?

Estoy abajo — miro por cuarta vez la puerta y aún no abre.

— Necesitamos municiones y las vamos a conseguir en el camino.Veinte minutos y bajo — zanjo, sin apartar la mirada de ahí. Cuelgo. Entrego zancadas hacia la puerta cuando dejo el celular donde mismo estaba y regreso a tocar con mis nudillos.

— Laura, abre la maldita puerta o la rompo.

No me escucha y le meto dos paradas derribándola, el cuerpo desnudo de ella se sobresalta, sentada en el suelo de la regadera mientras el agua se desliza. Abraza sus piernas, recordándome la primera vez que la vi en esa provisión.

El final de la bestia (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora